CAPÍTULO 15. Una lápida
Victoria siguió a Amira por todo el corredor, hasta que llegaron a una ventana en el pasillo del segundo piso, casi al otro lado de la mansión. Abrió apenas el cristal y el sonido que entró por la abertura fue entonces consistente con la imagen que tenían delante.
En un pequeño jardín en la plata baja, Franco destruía golpe a golpe algo que había sido una placa de mármol rodeada de flores de color claro.
—¿Qué es eso? —preguntó Victoria sin comprender.
—Es tu tumba —respondió Amira y Victoria se cubrió la boca, ahogando un grito.
—¿Cómo…? ¿Cómo que mi…?
—La otra diferencia entre tú y yo, es que mientras a mi esposo no le importó que yo me muriera, Franco ha estado llorándote durante tres años —murmuró Amira—. Lo vi detenerse frente a esa lápida cada mañana sin falta y rezar por ti. Y sé que todo lo que hizo hasta hoy, lo hizo por tu recuerdo.
A Victoria se le hizo un nudo en la garganta al verlo atacar aquel pedazo de mármol con fiereza. El martillo se movía en sus manos con una preci