40. El comienzo de una pasión
Katherine lo aleja con fuerza y pasa por su lado. John se desata su corbata y con la otra mano la vuelve atajar hacia su pecho.

—No me des la espalda.

—¡Ah, claro! ¿Pero tú si me la puedes dar? —rezonga Katherine zafandose de aquel agarre—. ¿No hablabas tú que amigos? ¿Compañeros?

Trata Katherine de rodear su cuerpo antes de que vuelva John en atraerla delante de su entrecortada respiración causada por el enojo inato de estas cualidades.

—Eso mismo te digo yo a ti —le devuelve John de cierta manera también lleno de una gran y falsa complaciencia—. ¿Qué es aquella manera de comportarse? ¿En qué estás pensando? ¿No te das cuentas que llamas la atención de todo el mundo…?

—Esa mujer se atrevió a tocar a mi hermano. ¡Mi hermano, John! Y si para ti el concepto de hermano es muy erróneo al mío, pues, ¡No me hables de eso entonces!

—No puedes hacer eso otra vez. Llamarás la atención de todo el mundo…

—¡No me digas más nada, John! ¡Nada! No quiero oírte. Realmente no sé porqué estás a
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