Cuando desperté, a la mañana siguiente, todo parecía un mal sueño, una horrible pesadilla la cual no podía ser verdad.
Tenía que ir a trabajar, así que no tenía demasiado tiempo para pensar en lo que pasaría entre nosotros, en dónde habría ido, en cuánto tardaría en volver.
Bajé a la calle con un vestido blanco, mi cabello recogido en una alta cola y mis gafas de sol. Mientras Meryem me pitaba para que supiese que estaba allí.
Me monté en el coche y mi compañera aceleró para seguir su camino.