—Siéntate en el borde del colchón —le ordeno.
Todavía a horcajadas sobre él, se da la vuelta y nos baja.
Con los labios unidos, continuamos besándonos mientras lo empujo hacia atrás sobre la cama.
—Sube.— Jadeo en busca de aire.
Inesperadamente, se abalanza sobre mí mientras se arrastra de espaldas por la cama. Dejé escapar un torrente inesperado de palabras cuando su gruesa ropa rozó mi clítoris.
—Perdón, ¿qué fue eso?— Sonríe contra mi boca.
—Me sentí tan bien—, susurré.
Pasando sus manos por mis costados, lentamente quita mi blusa lila por encima de mi cabeza.
Todo lo que me ha estado diciendo esta noche (que ama mi cuerpo, que lo excito, lo duro que está conmigo) me ha dado la confianza para superar mis inhibiciones a su alrededor.
—Estos pezones piden a gritos que los lamas, Petal. Son preciosos. —Inclina la cabeza hacia adelante, succionando mi pezón con la boca. Lo acaricia con la lengua, lo muerde con la presión perfecta y luego lo azota una y otra vez, provocando mi sensible