CAPÍTULO 23

—Emilia, alguien quiere verte —dijo una joven enfermera, llegando hasta el cuarto que decidieron usar como dormitorio de enfermeros y moviendo un poco a la joven que tenía, si acaso, una hora y media dormida.

Ella se había ido a dar un baño rápido y luego cenó algo ligero y se recostó a dormir, porque sentía que ya no podía más. Es decir, de ocho a doce horas sí había una diferencia muy significativa, pero aunado a eso estaba que ella jamás había movido aparatos tan grandes y pesados, y tampoco había levantado pacientes del piso o de la cama para moverlos, así que estaba en serio cansada.

—¿Quién? —preguntó la joven en un gruñido, sin abrir los ojos siquiera, porque no tenía energías ni para eso, y sabía bien que debía aprovechar cada segundo que tuviera disponible para descansar.

Esa había sido la lección número tres de Alejo, quien les advirtió a todos que, aunque cada uno tenía un turno, en caso de emergencia, si había déficit de personal, debían apoyar, aunque no estuvieran de tur
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