CAPÍTULO 22

—Emilia, yo no me casé contigo para tenerte en mi casa, encerrada, si as personas no nos ven juntos podrían sospechar que algo anda mal con nosotros —explicó Alejandro y Emilia suspiró.

Eso era algo que no había visto porque, en realidad, no lo habían dejado claro antes de casarse; pero era obvio que ella debía de tener responsabilidades como esposa para, de esa manera, poder disfrutar de los beneficios que ese hombre le prometió en un inicio.

—Alejandro, no puedo decirle que no a mi compañera a estas alturas —explicó la joven tras suspirar—, pero cenemos juntos... Ah, y, solo para evitarnos estas desavenencias de nuevo, deberías hacerme una lista con mis obligaciones como tu esposa.

» Oh —hizo la joven, comenzando a caminar hasta su habitación—, y también me gustaría saber el tiempo exacto en que seremos esposos, necesito planear mi futuro como divorciada.

Alejandro no supo qué decir, él solo se dejó caer en el sofá detrás de él, viéndola irse, pues, seguramente, ella estaba cansada
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