C97-¿TE SIENTES TENTADA?
El primer amanecer en la mansión después de la tregua no trajo paz.
Elizabeth abrió los ojos con la sensación de que algo estaba fuera de lugar. El calor del sol se colaba por las cortinas y el silencio de la habitación contrastaba con el sonido que venía del jardín: risas y no eran risas cualquiera, eran profundas, masculinas, mezcladas con los balbuceos de sus hijos.
Se levantó y, con el corazón acelerado, fue hasta la ventana. La imagen la golpeó como una flecha directa al pecho: Gideon, sin camisa, con su delicioso torso dorado expuesto a los rayos del sol, jugaba con los bebés en la hierba.
A uno lo tenía en brazos y el otro miraba los árboles en su regazo.
Su loba rugió en su interior.
—Míralo, Eli… nuestro macho está rico. ¿Has visto esos músculos? La diosa fue generosa con nosotras.
Elizabeth quedó perpleja ante el descaro de su amiga y aunque tenía que reconocer que decía la verdad, no iba a ceder. Por lo que la regañó.
—¡Cállate! No tienes vergüenz