146. NO PUDE SER MÁS IDIOTA
ALFRED
Abro de inmediato la puerta que lleva a la entrada subterránea que casi nadie conoce y lo observo en el pasillo oscuro de pie.
— ¿Lo lograste? ¿Acabaste con él? – le pregunto con el corazón latiendo salvaje en mi pecho.
— Si me dejas pasar, te lo muestro – me dice y me retrocedo, a una distancia prudencial.
No confío en nadie realmente, ¿y si Edgar se ablandó y está conspirando contra mí y a favor de Ajax?
Él accede entonces al enorme salón con paredes recubiertas en finas maderas y adornos de oro y plata, un enorme tragaluz en el techo acristalado, sobre el artefacto de la Diosa, alumbra con los últimos rayos del atardecer, la noche se acerca y el momento de la ceremonia también.
— Aquí está, justo como lo prometí, él se tomó ese veneno y firmó los documentos, luego lo traje en el auto antes de que se desmayara y sospecharan sus hombres— me explica y empuja una camilla donde un cuerpo descansa encima con una sabana blanca que lo cubre.
Todo eso fue dejado en el aparcamiento se