Luego de aquel cálido beso, Theo y Anya no dijeron nada, solo continuaron bailando y de pronto se volvían a besar con la misma intensidad que el primer beso.
La noche era perfecta, la nieve caía, la luna brillaba en su esplendor, la atmósfera era propia de Navidad.
Al final, cuando regresaron a casa, el camino fue silencioso, pero no incómodo. Cada uno llevaba la mente revuelta, pues lo que había sucedido, no era cualquier cosa, era un gran paso a una nueva relación.
Para Anya, esta había sido la mejor noche de Navidad y el mejor baile al que había tenido oportunidad de asistir.
Era evidente que aquel beso le supo a todo lo que en su vida jamás tuvo, pues Theo era completamente diferente a Gabriel, él sabía todo, él conocía sus peores demonios y, aun así, siempre encontraba la manera de ayudarla.
Theo, por su parte, luchaba contra el demonio interno que amenazaba con salir y estropearlo todo. Era culpa, era remordimiento, no sabía qué era. ¿Le había gustado? Evidentemente, sí, T