Aquella noche, en el Club Imperial del Sol, Jonathan estaba sentado en el palco del último piso, balanceando suavemente una copa de vino tinto en su mano.
También tenía a una mujer delgada y de piernas largas en sus brazos, luciendo muy elegante.
En ese momento, alguien tocó a la puerta del palco.
Jonathan apartó a la mujer de su regazo, diciendo:
—Cariño, ve primero. Vendré por ti en un rato.
—Burgos, señor—la mujer se aferró pegajosamente a su brazo.
Jonathan le dio una tarjeta antes de que ella se fuera con reticencia. Entonces, la puerta se abrió y entró un hombre vestido de negro con una máscara.
Al ver a Jonathan, se quitó la máscara y sacó una caja de medicamentos de su forro interior, entregándosela a Jonathan:
—Aquí tienes lo que pediste.
Jonathan examinó el frasco de medicamentos en su mano, lo agitó, y luego lo abrió para echar un vistazo.
Había varias pastillas negras en su interior, parecían cualquier otro medicamento común. Jonathan miró al hombre frente a él co