Las expresiones de los tres eran de incredulidad, claramente sin creer las palabras de Claus.
Pero ahora sus vidas estaban en manos de Claus, y ya no se atrevían a pronunciar palabras arrogantes. Solo podían expresar su resentimiento en silencio.
Claus, al ver sus expresiones, pudo adivinar lo que pasaba por sus mentes.
—Si no creen, pueden llamar a Abelardo, fingir que están a punto de ser capturados por mí, y ver cómo reacciona —dijo Claus.
Varios de ellos querían verificar si la situación era realmente como Claus decía.
En su mente, Abelardo y Fermín no actuarían de la manera descrita por Claus.
Abelardo y Fermín los salvaron, y debían lealtad a Abelardo.
Pero después de tantos años en Grupo Burgos, ya habían recibido suficientes recompensas.
Si no fuera por la última condición establecida por Abelardo, nunca habrían aceptado.
El ejecutivo principal llamó a Abelardo según las palabras de Claus y, al mismo tiempo, expresó con ansias: —Claus, ¿puedes enviar rápidamente a algu