CAPÍTULO 34. MILES DE PEDAZOS  

Por un momento no encontré las palabras, estás se negaron a salir de mi boca, conté hasta cinco y pude responderle.

—Seguro me fui a un bar toda la noche a beber, a divertirme hasta el amanecer. Aprovechando tu ausencia y lejanía de aquí—respondí, sin embargo, como mi tono de voz sonó de burla, él no lo creyó.

—¡Muy graciosa Tabata! Confío en mis hombres, jamás te dejarían salir y si lo hicieras terminarían informándome, no lo hicieron. Solo te pregunto porque llamé a la casa y nadie respondió, estuve a punto de tomar un avión para regresar a Nápoles—expresó más calmado.

»Te llamé para informarte que debo irme de viaje por varias semanas a una convención sobre los derechos humanos, por eso no podré ir a visitarlos durante todo

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