CAPÍTULO 4

 “Al Rojo Vivo”

Continuaron caminando mientras Mila prefería mirar el piso que la cara pensativa de su vecino, con el cual no cruzaba palabras antes de hoy… hacía unos ocho años.

A ella le parecía increíble que fuera él, quien caminaba a su lado, pues había jurado que a Nickolau se le había olvidado lo que se sentía caminar por aquella calle empinada. Quizás, él había olvidado del todo lo que representaba vivir allí.

Ella lo reparó de reojo pensando que las revistas no le hacían justicia. Se veía mucho más guapo en persona, que en aquellas imágenes en que todas aquellas modelos anoréxicas lo opacaban.

Sin que si pudiera evitarlo el cuerpo de la muchacha reaccionó a la presencia intimidante y al terrible atractivo que exudaba aquel hombre por cada poro de su cuerpo. Un frio recurrió su columna y toda su piel se erizo. Neck la miro de pronto con aquellos ojos grises y se sintió de momento totalmente desnuda, así que se obligó rápidamente apartar la mirada y mojo involuntariamente sus labios algo nerviosa.

Aunque no le gustaba en lo que se había convertido su antiguo vecino, tenía que reconocer que había tenido más agallas que mucha gente que conocía. Se necesita demasiada fuerza de voluntad para escogerse a uno mismo, y decidir vivir una vida más sana, y haciendo ejercicios. «Aunque a él evidentemente se le había ido la mano con las horas tonificándose en un gimnasio definitivamente».

—¿Crees entonces que estará bien? — insistió Nick deteniéndole de pronto.

—Si— confirmó Mila— Por el momento estará bien, la enfermedad fue detectada en una etapa inicial, y el señor Ulises solo necesita tomar al pie de la letra su medicación, llevar una vida lo más sana posible, y estar en compañía de alguien que se preocupe por él.

Neck se quedó pensativo por unos segundos y después miró con suspicacia a la doctora de su abuelo, y a su propio tormento, a su amor oculto de toda la vida.

— Entonces no hay de que preocuparse, pues lo llevaré conmigo a Londres. Allá me podré hacer cargo de los negocios, y de él al mismo…— admitió el empresario—. Alli no volverá a estar solo.

—No creo que Ulises Kronos esté de acuerdo con eso— objeto Mila algo espantada y molesta de que aquel hombre indolente quisiera arrancar a su abuelo de su casa, en la  que había vivido los últimos años de su vida, en la que tenía sus recuerdos, y llevarlo como a una flor a la que se arranca de un jardín, para obligarlo a vivir en una país extranjero… lejos de sus raíces y de aquello que amaba.

—No es que tengas muchas opciones…— contratacó Nickolau, y Mila tuvo que morderse la lengua para no maldecir en griego. Aquello era un atropello contra el abuelo, y contra sus años, y le parecía por demás injusto que Nickolau Kronos, con sus ínfulas de Cosmopolita, se quisiera llevar a Ulises sin pedir la opinión del anciano que no estaba para nada decrépito.

—Está enfermo— dejó claro Neck como si esa fuera su justificación más fuerte para escudarse tras ella — y por el momento me es imposible venir a establecerme en Mykonos. Tengo muchas cosas en juego ahora mismo— aseguró, y Mila no le creyó nada.

Al fin llegaron a la puerta de la farmacia y Mila se despidió con helada cortesía. Esta vez no hubo un beso en la mejilla, ni siquiera un frío apretón de manos.

Fue ella quien marcó la distancia a la que deseaba que él se mantuviese, y abrió la puerta de la farmacia lista para entrar.

¡Lo estaba odiando de veras!

—Un placer volver a verte, Nickolau —mintió y él supo inmediatamente que su frase no había sido sincera. Pero nadie podía culpar a Mila, por no querer volver a ver a aquel petulante y engreído que creía poder decidir con un dedo el destino de su abuelo como si el propio Ulises no tuviera el poder de decisión.

Ulises sin dudas no sabía lo que había hecho, al hacer que su nieto viajara de Londres de esa forma… o quizás si.

Pero si algo había  de cierto en esta historia, era que Nickolau Kronos se toparía contra una pared cuando intentara enfrentarse a su abuelo…Una pared resguardada y fortalecida con acero.

Ulises Kronos no era un hueso demasiado fácil de roer y entre ellos dos se desataría una guerra de titanes.

Aunque Mila estaba segura quien saldría victorioso, y por supuesto no era en Neck que ella estaba pensando en ese caso.

Entró en la farmacia dejando descortésmente a Nick parado en las afueras del negocio, pero definitivamente no tenía nada más que hablar con él.

Nick ya acostumbrado a solo ver la espalda de su vecina, se odio por creer que algo había cambiado entre ellos.

Camino en silencio de regreso a la Villa, y agradeció que nadie hubiera sido testigo del desplante que le había hecho aquella mujer.

Aunque pasaran mil años Nick no sería capaz de entender el efecto devastador que tenía aquella mujer sobre él. Mila Papadakis era su calvario en la tierra. El recordatorio viviente de que no importaba cuánto se esforzará, siempre había algo que le sería prohibido… algo que nunca podría tener, ella nunca le pertenecería.

Entró a la casa otra vez sin hablar con nadie, y se fue directamente a su habitación. Las habiataciones de la primera planta estaban desiertas, así que parecía que su abuelo se había retirado a descansar.

Agradeció un poco de soledad, después de semejante desplante y subió tratando de serenarse.

Tenía que ingeniar la mejor forma de informarle al abuelo. Durante la cena conversarían y él le haría ver al anciano, que después de mucho pensar la mejor solución que había encontrado era vender la Villa e ir a radicarse definitivamente en Londres. Si el abuelo se ponía pesado, pues accedería a no vender la Villa, y conservarla; pero aun así se irían de Mykonos.

Aquella casa no le traía buenos recuerdos, allí había pasado los años más sólo de su vida. Allí había sentido que no valía, que no era suficiente… así que no. Aquella ostentosa construcción no era el sitio que Nickolau pudiera llamar hogar, por eso lo lograba tenerle ningún afecto.

Preparó mentalmente su alegato para que su abuelo no pudiera atacarlo por ningún franco, si de algo estaba seguro es que Ulises Kronos, aún algo oxidado, había sido un excelente negociador.

Si el abuelo ponía una excusa, Nick tenía que tener listos  varios beneficios para convencerlo que deberían irse de Mykonos,  de una buena vez.

Se acostó un rato a descansar, y sabía que al despertarse y plantearle aquella imposición a su abuelo, la noche se convertiría en un campo de batalla. Así que mejor dormir un poco antes de que  las cosas se tornarán al rojo vivo.

Nickolau despertó pasadas las nueve de la noche, observo por la ventana de su habitación para darse cuenta que los jardines estaban iluminados por una tenue luz, que le recordó su infancia.

De hecho, todo allí le recordaba sus años de Niño, desde los sonidos, las texturas del techo y la pared, y sobre  todos los olores a océano, a naranjo, a sándalo, y a jazmín de los árboles del patio.

No pensó que dormiría tanto, pero evidentemente la noche de juerga con aquellas dos chicas, sumadas a la tensión del día, lo había dejado fuera de circulación por unas cuantas horas… « y ni hablar de las malditas gallinas»

Tomó una ducha rápida, se vistió a prisa y bajó. Era muy extraño que no lo hubieran llamado para servir la cena.  Bueno eso no era un verdadero inconveniente; en aquella casa había cenado más en la cocina que en ningún otro sitio. Durante los años que vivió allí, siempre estaba solo a esas horas, y no era necesario que pusieran la mesa solo por él.

Al llegar a la planta baja, se encontró que su abuelo estaba sentado junto a Vincent, su piloto,  tomando un Brandy en la tranquilidad de   la  terraza decorada con exuberantes helechos tropicales. El calor aún era agobiante en esas horas de la noche, pero al menos la brisa corría refrescando un poco la estrellada noche.

Nickolau se les unió en silencio y se sentó sin esperar ser invitado en una de las butacas  de mimbre libre.

—¿Domiste bien? — inquirió su abuelo aún con la vista fija en el brandy.

—¿La doctora te dio permiso para consumir bebidas alcohólicas?— respondió Nickolau utilizando  otra pregunta para abordarlo.

—Sabes que la respuesta es ¡No! ¡No me dio permiso!…— refutó el anciano con toda la insolencia que lo caracterizaba, que por supuesto, no era poca— ahora pregúntate…¿Me importa?

Nick quiso decir algo, pero el anciano no le dio tiempo suficiente para hacerlo.

—No, la verdad es que no me importa en lo absoluto. Moriré de cualquier modo… así que por qué  negarme de una de las pocas cosas que en realidad disfruto— espetó  con sencillez.

Nick sabía que no tenía caso discutir con él, y mucho menos cuando ya tenía tema para estar discutiendo con Ulises, durante todo el tiempo que este estuviera con vida.

—¡Estas enfermo! — le soltó Neck. — No eres un niño y eres capaz de entender lo que eso significa.

—Por eso es que estas aquí — siseó el viejo con ironía, dejando claro lo que ya sabía…. Qué Nickolau no tenía ninguna intención de regresar a Mykonos a menos que fuera una cuestión de vida o muerte.

—La cosa aquí es que ya no puedes estar solo… y yo no puedo permanecer mucho tiempo en la isla. El paquete de inversiones hay que monitorearlo, y eso es de mi entera responsabilidad. Así, que es un hecho que regresaré a Londres lo antes posible. Y tú vendrás conmigo— le informó Nick casi como si de una sentencia se tratara.

Su abuelo demoró en reaccionar, y solo un músculo junto a su boca se tensó, por lo demás parecía totalmente relajados

Vincent viendo el rostro de aquellos dos hombres tan parecidos, que estaban empezando una guerra de trolls, sencillamente se te puso de pie, e informó que regresaría a su habitación, huyendo de zona de conflicto a la carrera.

—Si me disculpan, me retiro… Pueden matarse cuando ya me haya ido— les sugirió, y ambos hombres esperaron con toda la frialdad del mundo el momento en que se quedaran solos.

—¡Irte conmigo es la única salida!…—comenzó a explicar el nieto antes de ser brutalmente detenido por su abuelo

—¡De eso nada Nickolau Kronos! A mí de aquí no me sacas con vida.— manifestó el anciano golpeando con la mano abierta sobre la mesa del centro.

—¿Te estás oyendo? Sabías que esto un día ocurriría… sabías que yo no regresaría a esta m*****a isla en donde me siento peor que la mierd@. ¡Asi que como yo lo veo… solo tienes dos caminos: Vender la Villa y venir conmigo; o cerrar la villa y venir conmigo!

—¡A mí un culicagado como tú no me dice lo que tengo que hacer!— vociferó el abuelo enojado. —A mí me debes respeto, porque todo lo que tienes y administras es mío. Así que por senil que me creas, aún yo sigo siendo el dueño de todo. Y esta villa solo se venderá por encima de mi cadáver…¿¡Estas oyendo!? ¡De mi cadaver!

El señor Ulises se puso de pie, dando por acabada aquella tormentosa  conversación y listo para retirarse hacia sus aposentos.

—No me puedo quedar aquí y lo sabes— pronunció Neck en un tono glacial. Él también podía ser todo lo griego que se necesitaba, si se lo proponía. —Hay más de   seiscientos  millones de dólares invertidos en expandir el conglomerado, y otros veinte millones que están destinados a remodelar completamente las instalaciones de la  naviera… No puedes llegar ahora y pedirme que tire todo por la borda… porque bien sabes que no lo haré.  Más que el dinero, está comprometido mi prestigio como CEO. ¡Así que no… No permitiré que tú necedad destruya todo por lo que he estado trabajando!

—Solo te advierto una cosa… Neck. ¡Aquí todo es mío, como la mitad de esta bendita isla!. Tus negocios y las Navieras a lo largo de todo el mundo… son mías, y estoy al tanto de todo lo que ocurre, aunque no lo sepas. Ahora si  tú insistes  en lanzarte a amenazarme y a tratar de  obligarme para sacarme de aquí… ¡Juro por mi vida que te desheredaré! Si quieres las cosas fáciles… pues te las haré imposibles… ¡De mí no verás ni un euro… y esto sí que es una promesa!¡ Prefiero donar todo lo que tenga a la beneficencia!¡Prefiero que se pierda todo antes de que tú malagradecido del diablo, te quedes con todo!

Nickolau sabía que aquella conversación se tornaría difícil, pero no al punto de que fuera imposible.

—¡Te me vas de mi casa!— lo corrió el abuelo. —Al menos esta noche no te quiero bajo mi mismo techo. ¡Lo único que te importa es el dinero y huir de aquí!

—No importa…— espetó Neck — lo que se sobran en La Ciudadela  de Hora son  hoteles— se mofó tratando de que no se le notara que le afectaba que lo echaran de ese modo.

Salió de la casa como alma que lleva el diablo maldiciendo en griego, y bajó la colina en dirección al centro de la ciudad.

Cuando paso por la esquina de la farmacia descubrió una silueta sentada sola en la acera, envuelta en el manto de la oscuridad.

Estaba tan molesto con su abuelo y consigo mismo, que ni siquiera observar a Mila lo sosegaba, así que solo continuó caminando para encontrar un maldito hotel para pasar la noche.

Si algo había aprendido Nickolau  a lo largo de los años era a no confiar en aquella risa sardónica del viejo tramposo de su abuelo.

Las veces que habían trabajado juntos en algún negocio, Ulises Kronos daba lecciones de esa que no enseñan en ninguna universidad a todos los jóvenes que como él eran demasiado técnicos a la hora de negociar. De su abuelo le había aprendido varios trucos  importantes… como en una negociación nunca hacer la primera oferta. O no prestarle dinero a quien sabes que no te pagará.

Ulises seguía allí, sentado cómodamente en su sillón de piel favorito. Lucía diabólico como el demonio mismo. No por gusto decían que el diablo sabía por viejo… y Ulises Kronos era la mayor prueba de ello.

{***}

A la mañana siguiente Nickolau se despertó con un carácter aún más insufrible que el del día anterior. Sentía que, si lo pinchaban no destilaría sangre, sino pura hiel.

Su abuelo tendría que estar bromeando con eso de desheredarlo del todo. No podía sencillamente donar como si nada todo aquel patrimonio, ¿o si?.

Bueno el único problema es que conocía bastante bien a ese viejo endemoniado y sabía que podía ser capaz de cosas impensables solo para salirse con la suya.

Así que no le extrañaría en lo más mínimo si la fortuna Kronos iba a parar de un momento a otro a manos de la beneficencia.

Su esfuerzo y su empeño por hacer crecer aquella multinacional se irían directamente por el caño sin que él pudiera hacer algo para impedirlo…

O bueno, podía declarar a su abuelo como senil… podía alegar que en sus cinco sentidos no estaba, para eso Mila podría ayudarlo ciertamente. Pero claro está después de la  manera desdeñosa en que se despidió de él ayer cuando la acompañó a su casa. Ahora parecía casi imposible e improbable que Mila Papadakis accediera a ayudarlo. Eso sin contar que iba contra su juramento ético, pues su abuelo era el paciente.

Se vistió con la única ropa que había llevado al hotel, que era una sencilla remera y un pantalón a chandal color gris oscuro. Líquidó la habitación y salió a la calle dispuesto a irse a la Villa.

Su abuelo solo había   mencionado que  no lo quería en su casa la noche anterior, con respecto a esa mañana no había mencionado nada. El viejo tenía que entrar en razón de algún modo, de eso se encargaba él.

Mientras tanto se le ocurría algo para la tarde. Quizás una fiestecita en uno de los mega yates de su familia, con varias chicas le aliviara el dolor de cabeza y el mal carácter que amenazaba con matarlo.

Se llevaría consigo a Vincent, era un hecho que desde que se había enamorado de su mejor amiga, Vincent era un aguafiestas del demonio.

Se encaminó por aquellas calles de piedras de  la pequeña  ciudadela de  Hora, en Mykonos  de regreso, a lo que se suponía que fuera otra discusión terrible.

Solo esperaba que aquella farmacia estuviera cerrada, y que Mila no estuviera por los alrededores.

Bastante tenía con verla en sus sueños, y en sus pensamientos… como para tenerla que ver en todas partes también.

«καταραμένη εμμονή που δεν με αφήνει να ζήσω»

(¡Maldita,m*****a obsesion que no me deja vivir)

Maldijo en su lengua madre, y pasó casi a la carrera por frente a la farmacia, como si ella pudiera salir en cualquier momento.

{***}

Ulises Kronos se había despertado temprano, y con ello había despertado también a su equipo jurídico. Al ser el dueño de una fortuna tan grande que le tomó años amasar, no podía confirmarse con un simple abogado, o con un notario público.

Su equipo estaba confirmado por un Notario, un abogado mercantil de los más costosos, un abogado penalista, y otro de familia. Así nunca habría un cabo suelto en caso de presentarse el más mínimo problema.

Después de que  su hijo murió fue la última vez que Ulises Kronos había visto su testamento, que cambió al solo contar con un solo heredero universal.

Nickolau heredaría todo, si; pero si él podía ponerle todo más difícil, él se encargaría de que le fuera tan difícil salirse con la suya, que en el proceso cambiaría todo lo que era.

No si el muchacho malcriado estaba perdido, y necesitaba con urgencia una corrección del rumbo para atraerlo otra vez al buen camino. ¡Y si, que él sabía disciplinar!… y al estilo griego.

El desayuno fue provechoso, y cuando esos abogados y el notario se marcharon, Ulises Kronos tenía en sus manos una bomba de tiempo que explotaría aquella Villa en cuálquier momento.

Sobre la mesa descansaba un documento actualizado con todas las propiedades de la familia.

Entre ellas destacaban las acciones de la Naviera principal, y de todas las sucursales.

La propiedad de doce mega yates.  Una línea de cruceros de alta gama, que incluía a veinticinco barcos que navegaban de océano en océano, desde las costa de Grecia, surcando el Mediterráneo, hasta las cálidas aguas del Caribe.

Apartamentos a lo largo y ancho del mundo. Casas en las principales orbes, como en New York, Washington, Los Ángeles, Miami, Ontario, Montreal, Quebec, Ciudad de México, Río de Janeiro, Buenos Aires… y eso solo en América.

Porque en el viejo continente, las propiedades eran mucho más extensas, desde Milán, La Toscana italiana, una isla privada en el Egeo, casas por toda España, un penthause y una mansión en Paris, y otras cientos de propiedades que formaban el cartapacio de hojas del documento que estaba sobre la mesa.

Además estaban las acciones del conglomerado, y de los hoteles y casinos que solo estaban en proceso de inversión.

A fin de cuentas, podría estar toda la tarde leyendo aquel extenso listado de propiedades sin repetir ninguna.

Pero Ulises Kronos ciertamente tenía un mejor plan…uno casi sádico que haría que el pequeño acosador de su nieto «porque él si estaba al corriente  de esa casi cómica obsesión que sentía Neck por Mila desde la adolescencia» lo respetase.

Y así, con su sonrisa más enigmática espero calmado que su nieto entrara por la puerta, para dejarle los puntos sobre las ies a su muchacho.

«El pobre no era malo…solo se había descarriado un poco» pensó el abuelo y se dirigió en búsqueda de su teléfono celular. Sin dudas tendría que necesitar a un médico.

Llamó al viejo Archiles, en caso de que a su nieto le viniera un síncope después que leyera la pequeña e inocente sorpresita que le   había preparado, eso sí, con mucho cariño.

Neck no se demoró mucho para cruzar aquella habitación en la cual el dueño de la casa estaba sentado con una sonrisa que casi daba miedo. Neck sabía que su abuelo tenía que continuar molesto… sí que si estaba sintiendo de aquel modo, esa sonrisa era un presagio del mal que avecinaba.

{***}

Nick no quería discutir tan temprano, ni siquiera se había tomado un maldito café, así que no cedería a las provocaciones de su abuelo hasta tener el estómago lleno. La noche anterior se había saltado la cena y el desayuno prometía ser también caótico.

Así que intento seguir de largo, sin contar que sería el propio Ulises Kronos, quien lo detendría.

—¿Ya desayunaste Neck?— preguntó su abuelo, y el joven negó con la cabeza.

—No, y no estoy dispuesto a mantener una discusión sin haberlo hecho— dejó por lo claro el CEO  que tampoco era un hombre para nada fácil.

—¡Ven a sentarte! — lo invitó el anciano con una mirada que hubiera espantado a La Medusa y al Leon de Nemea. Nick desconfiando se acercó sutilmente para ver que tenía que decir ese señor tramposo. —¡Pero siéntate muchacho!… ¡que tengo un negocio que ofrecerte! ¡Uno que obviamente no podrás rechazar!

Nick lo miró con desconfianza. Si su abuelo había decidido ofrecerle un negocio en lugar de desheredarlo del todo, aquello tampoco podía ser bueno.  Se sentó despacio y se preparó para recibir una bomba, porque eso tenía que ser ese negocio para que su Ulises aún mantuviera esa fría sonrisa en el rostro.

—Después de mucho pensarlo Nickolau, y de consultarlo con mi almohada he decidido que me heredes en vida— soltó el viejo, y Nick abrió los ojos como platos.

Nick se quedó literalmente con la boca abierta. No daba crédito a lo que oía, así de fuerte seria el pero…

—Bueno si es que quieres…— sugirió con cinismo el viejo.

—¿Por qué harías algo así? — preguntó el joven heredero mirando con incredulidad a los ojos verdes esmeralda de su abuelo, quería desentrañar si todo aquello se trataba de una mentira, o una broma de mal gusto, antes de caer en ella. Solo que Ulises Kronos era igual que una caja fuerte altamente codificada… absolutamente indescifrable.

—¡Por que puedo!— respondió Ulises con sencillez— Y porque ya va siendo hora que tomes el control absoluto. A tu edad ya yo estaba casado y con tu padre nacido.

Nick sabía que su abuelo tenía razón y que eventualmente tendría que casarse, y no estaba del todo opuesto  a hacerlo. Sabía que en algún momento tendría que hacerlo, así que por qué no mezclar los negocios con el placer… cuando el momento llegara encontraría a una joven heredera, con fortuna y propiedades tan considerables como las suyas. Un matrimonio por conveniencia, como todos los que ocurrían cuando se hablaban de fortunas como la de los Kronos.

Nick se puso de pie y se sirvió un café, de la cafetera que reposaba en el centro de la mesa. Se sentó otra vez con fría calma, y supo que aquel negocio no era más que una trampa.

—¿Cuáles serían tus condiciones para semejante negocio? —pregunto por fin con la vista perdida en el líquido negro de su taza de café americano. —¡No soy estúpido como para no saber que tú no das puntada sin dedal… y no será ahora que empieces a hacerlo!

—¡Así es! — aceptó Ulises con sorna—Nos conocemos ambos lo suficiente como para saber que  tu no podrás resistirte a mi propuesta, aunque al principio luches con toda tus fuerzas por liberarte de lo que te impongo.

—¡Y bien!… ¿¡Qué sería¡? — preguntó Neck como si estuviera hablando con otro negociador cualquiera, y no con el viejo zorro que le había enseñado cada uno de los trucos que ahora él mismo usaba. Tenía que ser sobre todo práctico…La herencia que su abuelo estaba prometiendo pasar bajo su poder no era poca cosa, y ambos lo sabían. Con el control absoluto en manos de Neck, así al menos podía evitar que en un arrebato su abuelo lo donara todo a alguna organización no gubernamental (ONG) y los dejara literalmente en la calle.

—Tengo un documento listo con Diez condiciones… “Diez sencillos pasos” — anuncio el abuelo.

—¿! Solo diez¡? — inquirió el muchacho con sarcasmo.

Estaba claro, en que probablemente tendría que donar los dos riñones y todo hígado antes de conseguir que se abuelo le cediera el mando.

—¡Solo Diez ¡ — confirmó Ulises con picardía—¡Esas diez! — y diciéndole eso le pasó aquel documento notarial que   le dejaba claro al CEO de Kronos Inc, que todo aquel procedimiento era real y perfectamente legal.

Abrió la primera página y se dio cuenta de que aquello parecía más un contrato mercantil que otra cosa. Comenzó a pasar sus ojos por el documento mientras que su abuelo se prepara para disfrutar cada expresión del rostro de Nick mientras leyera aquel pequeño regalo que le había hecho.

Se leían las siguientes líneas…

…El señor Ulises Kronos en pleno uso de sus facultades mentales y haciendo uso del poder que la ley confiere de testar en vida se presenta por propia voluntad ante notario.

 Mediante  el presente  documento notarial elaborado en la presencia de un notario registrado y dos testigos, hace acto de compromiso de ceder la totalidad de sus bienes (que se adjunta listado actualizado a este  documento) siempre que el señor Nickolau Kronos, único descendiente legítimo, y por tanto heredero Universal de los bienes antes citados, acepte cumplir con las condiciones que se recogen en el presente documento.

Neck levantó la vista antes de comenzar a leer las condiciones, y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Sabía que aquello no era otra cosa que un mal augurio. Desde que entró y vio su abuelo con aquella expresión en el rostro, todo lo hizo sospechar.

Ahora dudaba, si después de leer aquel documento iba a tener fuerzas suficientes para irse de fiesta en un mega yate tal y como había planeado.  Con suerte y no tendría que subir llorando a su habitación después de esto.

Totalmente desconcertado al saber su mayor secreto descubierto, Neck se puso de pie  de un salto, separándose de aquella silla como si lo quemara.

Nunca creyó que su amor por Mila, o bueno, a fin de cuentas… su obsesión fuera de dominio de nadie, y mucho menos del viejo tramposo de su abuelo.

—No me mires así Neck— se excusó el abuelo sin levantar la voz— Si  me volví millonario no fue por no fijarme en los detalles.

Nick no lograba salir de su asombro, así que aunque hubiera querido gritarle a su abuelo que todo aquello era mentira, pues no podía articular palabra. Saberse descubierto era más d ello que podía asimilar en ese preciso momento.

Su secreto más ocultos, ese que se ocultaba prácticamente a él mismo. El secreto que había estado guardado bajo siete llaves, y veinte cerrojos, su lado más oscuro y acosador  había  sido debelado dejándole  totalmente en rídiculo, y humillado frente a su abuelo.

—¡No-no tienes derecho a inmiscuirte en mi vida privada!— logró verbalizar Neck.

—No es en la vida del adulto que eres ahora, en la que me entrometo. Sé que estás  obsesionado por la vecina desde mucho antes de que tuvieras vellos púbicos. Sabia todo de ti cuando eras un adolescente y vivías en esta casa. No creas por un momento que esa pequeña costumbre tuya de comprar medicamentos me paso desapercibida. Al principio solo pensé que eras hipocondríaco, luego que estabas planeando intentar con tu vida, claro esa idea se me fue de la cabeza cuando supe que solo comprabas antiácidos y aspirinas; y finalmente me di cuenta que no ibas por los medicamentos… sino por la venderora. Naturalmete pensé que un día la invitarías a salir, o que te olvidarías de ella. Pero aquí estamos, unos cuantos años después y nada ha cambiado… a excepción de que Mila tiene un prometido en Atenas, con el cual planea casarse pronto.

Nick no supo que le pegaba más fuerte, si el hecho de que su abuelo hubiera sospechado y sabido todo el tiempo lo de Mila, o el hecho de que la muchacha fuera a casarse.

Ella siempre había sido ajena, pero si se casaba le pertenecería legalmente a otra persona, viviría  con otra persona. Otro hombre tendría el derecho legal de hacer lo que él nunca tuvo el valor, besarla.

No importaba que él fuera quien más conociera esos labios, él nunca los probaría.

—¿Se va a casar? ¿Tiene un prometido? — inquirió Nick sin poder creerlo.

—¡Vaya! ¡Ese detective tuyo es bastante malo, por llamarlo de algún modo!— se burló el abuelo con sorna. —Mila lleva siete meses saliendo con un enfermero que trabaja con ella en ese hospital sofisticado y moderno de Atenas.

—¿Siete meses y ya se va a casar?— cuestionó Neck sin dejar de reconocer que su detective dejaba mucho que desear

—Hay hombres que cuando encuentran a la mujer correcta se lanzan al vacío, no importa que lleven saliendo con ella un mes o una hora. ¡Cuando lo sabes… Lo sabes!— alegó con tono jocoso su abuelo. —No todos son tan cobardes como tú, mi querido nieto.

Nickolau se quedó pensativo durante varios segundos y al final de pensar por fin habló.

—Si Mila va a casarse… ¿Enloqueciste entonces? — interpeló a su abuelo con retórica e ironía—¿Cómo se te ocurre exigir que me case con una mujer que piensa casarse con otro? ¿Cómo pudiste  redactar semejantes condiciones?

—Eso no es asunto tuyo, ni mucho menos mío— simplificó  su abuelo alzándose de hombros.— A mi solo me interesa que cumplas mis condiciones, el «cómo»  lo hagas eso es cosa tuya, en el documento te dejo claro que no importa el método que escojas… matrimonio contractual, amor, o engaño. Me da tres pepinos como lo logres… a mi no me des excusas, sino resultados. Si fuera tan sencillo, pues no te lo estaría pidiendo a cambio de todos los millones que te voy a ceder.

—Si no tienes más idioteces que sugerir, me voy a mi habitación a hacer mi maleta. Por lo que veo tú cerebro está demasiado enfermo si… pero no tiene cura. Si eres capaz de hacer  redactar  semejante documento, tu salud mental es más preocupante que la salud de tu cerebro. No necesitas a nadie, ni a mi, ni a Mila ni a nadie. Y más bien… más que una neurocirujana lo que necesitas es un psiquiatra.

Nick subió a la carrera las escaleras. Desde lejos aún le llegó la voz de su abuelo dándole una fría sugerencia.

—¡Piénsalo  Nickolau Kronos! No creo que recibas en tu vida semejante oferta, invirtiendo tan poco de ti.

Nick siquiera se volteó a ver el arrugado rostro  de su abuelo. Siguió inmerso en su ira, ni siquiera estaba pensado en las «condiciones» en su lugar estaba pensado en la humillación que lo había hecho pasar Ulises Kronos.

Su abuelo siempre había sabido  que él vivía al borde del abismo por Mila. Se había empecinado en esconder lo que parecía ahora que era el tema de burla de se querido abuelo.

Mucho que ese señor se habría reído de él, se había esforzado por no ser nuca más el hazmerreir de nadie, pero no había valorado la posibilidad, ni siquiera  pensó  o pasó por su cabeza que alguien podría descubrir su pequeño y sucio  secreto.

Para Neck esa obsesión por Mila era la peor parte de su vida, lo más reprochable, su parte más oscura. No importaba que saliera en cualquier portada de revista, con esta o con aquella, pero para él eso no era comparado con lo que había hecho por Mila. Se había obsesionado de una vecina… y aún así seguía.

Llegó con una  ira inmensa , y hecho nada, y se dejó caer en la cama, pero fue como si la cama tuviera espinas.

Pensó en hacer maletas, pero luego recordó que aparte de su laptop y algunos documentos, había llegado con las manos vacías… y así se iría de aquella m*****a villa que solo le traía malos recuerdos… y definitivamente esta ocasión en que su abuelo le había restregado en la cara su obsesión, y el que Mila iba a casarse… pues sin dudas no sería diferente para nada.

Ahora solo necesitaba encontrar a Vincent su piloto, para volar directamente a Londres, y que pasara lo que fuera a pasar con su abuelo. Si la condición médica de este empeoraba, entonces vendría por él si que tuviera otra opción el pobre anciano. Solo orar que para ese momento Ulises Kronos  no hubiera donado todo el patrimonio que le correspondía heredar por derecho familiar

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