Capítulo 96: Identidad

Yina

Preparé el desayuno con la radio bajita, escuchando cómo la profesora dictaba una clase de matemáticas desde la sala contigua.

Iris respondía con entusiasmo. Max, mi pequeño terremoto, ya había perdido el interés y estaba dibujando monstruos en una hoja al reverso de su tarea.

Magda, en cambio, observaba todo con una madurez que no le correspondía. Ella tenía el alma vieja, como si el dolor la hubiera obligado a crecer antes de tiempo. Esa niña era fuego en forma de ternura. Y me partía el alma saber que solo una parte de la verdad le había sido revelada.

Revisaba los informes escolares de la semana con un té entre las manos, marcando con resaltador las observaciones de la profesora: “Magda muestra avances en su expresión escrita, pero a veces se aísla emocionalmente”.

No era raro. Ninguno de ellos era un niño normal. Todos arrastraban heridas más grandes que su edad.

Los observé un momento desde la distancia. Mi corazón se llenó de orgullo… y de miedo.

Ellos eran mi familia.

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