Edgar agarró bruscamente las muñecas de Lukyan y las apartó del recipiente casi lleno envolviéndola rápidamente con una toalla para detener el sangrado. Había dejado de atenderlo por unos momentos y está prácticamente se había desangrado cortándose también su otro miembro.
-¿Se puede saber que está haciendo, mi reina? Acaso no valora su vida-
-¿Es suficiente?- preguntó de forma suave.
Edgar levantó la vista de las heridas y después miró el recipiente frunciendo el ceño.
-Sí, mi reina, creo que podemos arreglárnosla- le había dicho que necesitaría sangre mucha, pero nunca se imaginó que el lobo se abriría las venas para darles la cantidad necesaria.
-Eso es bueno- se tambaleó en la silla y uno de los lobos corrió a ayudarlo, pero esta negó con la cabeza- Es