Diez días habían pasado cuando abrió sus ojos para encontrarse con una imagen distorsionada del cielo sobre él, superior y más visible que antes, pero aun así, sin ser definida. Su vista aún estaba muy dañada, aunque mejor.
Había murmullos a su alrededor, que no podía identificar qué decían y ese olor. De nuevo ese olor.
Más bien, esos olores, no era solo uno. Se incorporó de golpe sintiendo crujir cada hueso de su cuerpo y una oleada de dolor lo recorrió haciéndole perder la fuerza. Unos brazos rodearon su cintura y alguien se sentó tras él recargando así su espalda en el pecho amplio.
El aroma dulce que había sentido aquella vez llegó a su nariz y alzó la cabeza en un intento de divisar inútilmente quién era.
-Tranquila ma, no te esfuerces- Fallen acarició los brazos del pequeño lobo y besó la coronilla de la cabeza. Una felicidad innata lo invadía y la fragancia que desprendía hacia que quisiera estar a su lado todo el tiempo que pudiera.
-¿Ma, estás