Karim no se movió, colocando una expresión sombría en su rostro.
Ambos se quedaron mirándose durante unos segundos. Ella analizaba sus palabras. Karim hablaba de su padre, de los negocios turbios que hacía, reconociéndolos, y juzgándolos. Pensó que se lo contaría, se arrepintió de hacerle ver que ya estaba despierta.
—¿Qué haces aquí a esta hora? —prefirió ella preguntar.
Karim sacó un móvil del bolsillo de su jean y se lo dio. Jaya se sorprendió, e intentó enderezarse; era su móvil.
—Llama a tu madre. Se anda quejando de no poder contactarte, así que la tranquilizarás.
—Pero es muy tarde…
—Allá es más temprano, lo sabes, y te contestará. Sabemos que está despierta. —Dicha información: un claro recordatorio de que la mantenían vigilada.
Pero Jaya no cabía dentro de sí, Karim no sabía lo que había hecho.
La mujer manipuló rápido el aparato, fingiendo dolor para tomarse su tiempo.
Hizo lo que debía hacer. Aún no podía creer que Karim no supiera a lo que ella se dedicó después de