Jeremías
Observo en silencio a la mujer que ayuda a mis hijos a bajar del auto, la sonrisa radiante en la expresión de Lucía me hace sentir completamente feliz y cuando esta le pide a Lizbeth con unas rápidas señas llevarla a jugar una vez más con otros niños, pienso detenidamente en lo que ella dijo.
—¡Lucas, puedes venir un segundo!
Pido a mi hijo haciendo que la expresión sonriente de mi hijo se detenga por un segundo, Lizbeth le pide que venga hasta mí con un gesto y el niño obedece sin pensarlo. Me acuclillo para estar a su altura.
—Cariño, tu madre dijo que fuiste a un colegio — lo miro con firmeza — ¿Qué te pareció?
—Estaba bien — comenta desinteresado — había muchos niños.
—¿Qué pensarías de ir a uno?
—¿Podría? — mi hijo abre sus ojos con la emoción en su voz — ¿de verdad?
—Tal vez.
Comento poniéndome en pie, mi hijo no dice una sola palabra, pero asumo que no quiere emocionarse por nada. Me apresuro para tomarlo en mis brazos y aunque se resiste un poco termina apoyando su br