Para regresar a su mundo, tendrán que recuperar la memoria mientras huyen de quienes los asesinaron en su vida pasada y los que tratan de separarlos en ésta.
Leer másEn un principio, el amor era perfecto y puro. No estaba corrupto y era universal. No distinguía ni edad ni género ni color y vivía en completa libertad entre los seres de los distintos mundos del universo.
Antes, para Amor no existía diferencia del cariño que había entre hombre y mujer; hombre y hombre o mujer y mujer. Era libre. Era la armonía absoluta.
Pero ya desde antes estaba escrito que las cosas hermosas cargarían a sus espaldas enemigos poderosos que los condenarían a la injusticia y a la destrucción. Una guerra eterna entre la luz y la oscuridad.
Siguiendo tal regla, sus hermanos, Control y Celos, se aliaron a Sufrimiento y a Dolor que desde años atrás jugaban cruelmente con Amor, causándole pequeñas heridas superficiales.
Su alianza dio frutos demasiado rápido, sin que nadie se lo esperara.
Una tarde, siguieron a Amor en uno de sus acostumbrados paseos por uno de los tantos mundos del basto Universo: la Tierra. Ahí, la vida apenas daba los primeros pasos, así que el pequeño Amor estaba ansioso de poder sembrar su semilla en aquellos nuevos seres, como había hecho en otras tierras... pero no contaba con el poder que Celos había ganado sobre su hermano mayor y sus aliados. Y es que, desde su creación, Celos se había enamorado de Amor al grado de no querer compartirlo con nadie, muriendo así al ver cómo regalaba sus dones a seres inferiores. Se podría decir que quería castigarlo por sentir que lo rechazaba, mas lo que él no sabía era que Amor sentía exactamente lo mismo por él... pero ante todo estaba su tarea de servir a los demás antes que abandonarse a su propio corazón.
Al detenerse en un lago para saciar su sed, los cuatro cayeron sobre él, apresándolo rudamente.
Amor no luchó contra sus captores, pues siendo débil, delicado y frágil sabía que no tenía oportunidad de ganarles. Preguntó la razón de su detención, y todo lo que respondieron fue: "es cosa nuestra."
Amor se giró a ver a Celos con los ojos llenos de inocencia y confusión, obligándolo a retirar la mirada.
— ¿Qué haremos con él? —preguntó Sufrimiento, encadenando las muñecas del pobre Amor, que paseaba la mirada sobre cada uno de ellos.
— Encerrarlo en el centro de Andrómeda. Ahí, nuestros padres no piensan crear vida todavía. —sugirió Control, jalando de las cadenas.
Se pusieron en marcha hacia Andrómeda, con Celos en completo silencio y con la mirada en la espalda de un Amor confundido y temeroso.
Al llegar al núcleo de la Galaxia, encerraron a Amor en una jaula diminuta y oxidada.
— ¿Lo dejaremos ahí? —por fin, Celos hablaba.
— ¿Algún problema? —le retó su hermano.
— ¿Solo?
— Es eso o matarlo —Amor sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo al igual que Celos—. Pero de hacer lo segundo, moriríamos de manera trágica como castigo y lo sabes: su sangre clamaría venganza y nos marcaría por la eternidad.
— Pero... ¿solo?
— Si quieres puedes quedarte con él. —sugirió Sufrimiento en una sonrisa burlona.
Celos se quedó un momento mirando al más pequeño de todos, que le veía angustiosamente aferrando los barrotes.
— Tenemos que irnos —Control le tomó del brazo—. Vamos, muévete.
— No podemos dejarlo aquí.
— Eso querías, ¿no? Al igual que nosotros: deshacerte de él.
— No quería hacerle esto.
— A nosotros nos negaron sus regalos, ¿por qué no privar a los demás de él?
No respondió.
— Sácalo de ahí.
— ¿Qué te hizo cambiar de idea, Celos?
— Nada. Sólo... sólo sácalo de ahí.
— ¿Estás loco? Si lo saco, volveremos a lo mismo.
— No. Yo me encargaré que no salga de Andrómeda.
— ¿Y cómo piensas hacer eso?
— Me quedaré con él —Amor clavó los hermosos ojos almendrados en su hermano—. Sólo seremos él y yo.
— Sería mejor dejarlo solo.
— No.
— ¿Por?
— Hasta Soledad siempre está acompañada de Silencio y Locura, ¿por qué condenarlo a él?
— Porque es lo que queríamos.
— Yo quería alejarlo de todos... pero no esto. Mal interpretaste mis intenciones. —le dirigió una mirada de enojo.
— Ya es tarde para cambiar de parecer. Vámonos, nuestros padres deben estar buscándonos.
Celos se soltó de su agarre.
— ¡No pienso dejarlo aquí encerrado! —se dio la vuelta, tirando con fuerza los barrotes tratando de romperlos para liberar a su pequeño hermano.
— ¡Detente! —Control se abalanzó sobre él para detenerlo. Uno se aferraba a la jaula, queriendo destrozarla para rescatar a un pequeño asustado, y el otro forcejeaba para impedirlo. En un mal movimiento, Celos cayó al piso, partiéndose la cabeza en dos. Control se acercó a él, un poco temeroso— ¿Ves lo que ha pasado? ¿Por qué tenías que complicar las cosas?
— Porque —pasó saliva, girando a ver a Amor que, desesperado, intercambiaba miradas con él, manteniendo los labios entre abiertos—... sólo míralo: tan hermoso... y tan perfecto. Él no es para compartirlo con alguien más... pero tampoco para alejarlo de todo.
— Celos... —la dulce vocecilla de Amor escapó en un susurro, al tiempo que dejaba caer un par de lagrimillas: las primeras lágrimas derramadas por amor.
Celos dibujó una sonrisa.
— Te amo.
Esas dos simples palabras jamás pronunciadas antes, no tuvieron ningún significado para Dolor, Sufrimiento ni Control, quienes veían, inmóviles, la manera en la que sus ojos perdían el brillo de la vida y entregaba su alma en un último suspiro, mas en el corazón de Amor se quedaron profundamente grabadas. Celos había expresado el nivel máximo de cariño; había creado la manera perfecta de describir aquel hermoso sentimiento.
Amor gritó el nombre de su hermano, quien ya no respondió: Muerte había pasado entre ellos de manera invisible, adueñándose de su vida.
El pequeño rompió a llorar desesperadamente, cayendo fulminado en un instante, pues su corazón no pudo soportar la pérdida de Celos.
Dolor, Sufrimiento y Control se quedaron viendo el triste espectáculo, en silencio, hasta que los padres de los tres hermanos, Tiempo y Naturaleza, los encontraron.
Tiempo trató de hacer reaccionar a Celos, pero nada logró.
Naturaleza sacó del encarcelamiento el cuerpo inerte del dulce Amor; lo tomó entre sus brazos y lloró amargamente la pérdida del más pequeño e inocente de sus hijos.
— Bien sabía yo que el cariño entre mis hijos terminaría mal —se dijo Tiempo, apretando los puños—. Pero ustedes —se giró a verlos—... ¡Ustedes apresuraron las cosas!
— Padre, yo... —Control trató de explicarse, pero antes de poder seguir hablando, Tiempo le tiró al suelo con una bofetada.
— Pudieron esperar a que la Tierra fuera tan perfecta como el resto de los mundos y que los hombres comprendieran a la perfección lo que mi hijo representaba... pero no... ¡¿Por qué demonios tenían que hacer algo así?!
— ¡¿Y por qué no, Padre?! —Control se sobre puso al golpe de Tiempo— ¡Siempre nos prohibiste los dones de Amor!
— ¡Porque ustedes no están destinados a ellos! Pero ahora... ahora pueden tenerlos. De hoy en adelante estarán condenados a ir de su mano en la vida de los hombres... ¡Condenados a una cadena sin fin!
Los cielos retumbaron y las estrellas alumbraron con toda su potencia ante sus palabras.
— ¿Y mis niños? —preguntó Naturaleza con el rostro bañado en lágrimas.
— Oh, hija mía —se acercó a ella, calmando sus ánimos—... Ya no hay nada qué hacer por ellos.
— Dales la gracia de reencontrarse en otra vida... en otro momento.
Tiempo lo pensó un instante.
— ¿Eso es lo que quieres?
— Amor tocó el corazón de su hermano. Ambos se querían y no tuvieron la oportunidad de demostrarlo. Deja que estén juntos de nuevo.
— Haré todo lo que pueda, pero será casi imposible que se reencuentren pronto... o si quiera que renazcan en el mismo espacio.
— Ellos encontrarán la manera. El cariño que les une guiará sus corazones.
Tiempo suspiró.
— Entonces... que se haga lo que desees.
A un gesto suyo, los cuerpos de ambos hermanos se volvieron polvo de estrella y sus almas escaparon al cosmos por lados diferentes, esperando el momento indicado para reencontrarse.
— ¿Puedo pedir algo más, querido Tiempo?
— Lo que quieras, amada mía.
— No permitas que esto cambie en algo el significado de Amor entre los hombres.
Tiempo suspiró sonoramente, con pesadez.
— En eso ya no hay nada que pueda hacer, amada Naturaleza. Ya que mi querido pequeño no pudo esparcir su semilla en ellos, no conocerán el amor absoluto... y ellos tienen la culpa —dijo señalando a Control, Sufrimiento y Dolor—. Son nuestra desgracia. ¡Lejos de mi vista! Gracias a sus acciones, los hombres tendrán que luchar solos contra sus nuevas creencias. ¡Largo de nuestro mundo!
Con pesar en sus corazones y el peso de la culpa a sus espaldas, desaparecieron de su presencia, ocultándose entre los humanos.
Desde entonces los hombres viven con ideas equivocadas y muy limitadas del amor, sin saber emplear de buena manera las últimas palabras de Celos que llegaron a sus oídos a manera de murmullo gracias al viento.
Y no podrán ser perfectos nunca, hasta que Amor y Celos logren una unión perfecta, en otro tiempo, con otra apariencia y bajo otros nombres.
— ¿Y qué pasó con las rosas?— ¿Dónde están Amor y Celos ahora? ¿Por qué los hombres ya no se aman como antes?En el interior de una casilla fusionada con la naturaleza, a orillas de la gran ciudad, se encontraban un par de pequeños sentados alrededor de la chimenea, con la vista fija en su abuela que sonreía al ver el interés que la historia les creaba. Era la milésima vez que se las contaba... y parecía nunca cansarles.— Las rosas dejaron de tener espinas por el tiempo en que las personas se amaron sin miedos ni límites. Pero ahora que las cosas cambiaron de nuevo, sólo crecen en los pocos lugares donde el amor sigue siendo la primera prioridad en el alma de las personas. Si la semilla de odio que plantó Control en el centro del espíritu humano no hubiese sobrevivido, el orden que restauró Amor no hubiera sido en vano
Se creía muerta. Creía que el fuego se la había tragado y que todo aquello había sido una ilusión creada en su lecho de muerte. Pero... no dolía. No quemaba. No sufría. Entonces, ¿qué había pasado?Abrió despacio los ojos, encontrándose en medio de un campo frondoso y sin rastro de incendio alguno. Giró a todos lados, respirando a prisa; sintiendo que el corazón se escapaba de su pecho a cada latido y, al notar su soledad, llamó a gritos a Mat y a Vlad... pero ninguno respondió.Se había quedado sola.Comenzó a llorar, tal vez por los nervios, sin creer que aquello realmente había pasado. Tal vez... todo había sido creado dentro de su mente. Tal vez se había vuelto loca y no lo había notado hasta ahora.De pronto, un segundo resplandor atrajo su atención al frente. Levantó la mirada, pudien
El fuego todo lo consumía a su alrededor, reduciendo cada vez más y más el espacio seguro donde se encontraban.— Hey, querida Muerte —el brazo de Sufrimiento se alargó hasta rozar su hombro—, ¿podrías sacarnos de aquí? Ya sabes... hazlo por los momentos que estuviste a nuestro lado.Muerte se acercó despacio a los chiquillos, ignorando al de ojos esmeralda que parecía desesperado y lleno de angustia por salir de ahí.— ¿No te parece que es mejor morir a arrastrarse por ayuda? —le preguntó Dolor, tomándole del hombro.— El problema es que no soy orgulloso y no quiero morir de una forma tan tonta como esa. —desfiguró su rostro en un gesto de nerviosismo, intentando sonreír.Qué ironía: un dios menor que tendría que morir como un mortal ante una muerte tan dolorosa como lo era el fuego
Los ojos del chico perdieron ese brillo rojizo de golpe, ante la mirada de Control. Sus facciones volvieron a ser las mismas al igual que sus dientes, al tiempo que se giraba al ver al pelinegro.Su corazón pareció detenerse al verlo con las ropas manchadas de sangre y llorando. Por un momento, incluso, se olvidó del atacante a quien quería matar. Se olvidó de absolutamente todo y corrió a su lado, dejando a Control con un gesto de impresión.Le era increíble que con una sola palabra del pequeño que tanto odiaba se controlara y se enfureciera. Era increíble lo tan bien controlado que Amor lo tenía. Y, al pensarlo... al caer en cuenta que lo había perdido por completo antes de reencontrarse; al darse cuenta que nunca tuvo oportunidad de tenerlo de regreso, enfureció más. Se puso de pie en un salto, sobreponiéndose al dolor que los golpes de Celos le habían cau
Control tomó al pequeño por el cuello para hacerlo callar, y presionó con fuerza, viéndole con el ceño fruncido mientras sus pequeñas manos se aferraban a sus brazos y sus hermosos ojos almendrados le veían suplicantes.— Siempre tienes que arruinar todo, Amor. —bufó, estrellando su cuerpo contra el grueso tronco de uno de los tantos árboles que les rodeaban para poder sostenerlo con una sola mano mientras perdía la otra en su bolsillo, sacando la navaja.Los ojos de Muerte se abrieron al máximo, sintiendo que el temor se apoderaba de ella sin que la dejara si quiera apartar la mirada de la escena; sólo pudiendo pedirle en silencio que se detuviera; que no le hiciera daño al pobre Amor.Control empuñó bien la navaja dispuesto a rasgarlo en dos para ver su sangre brotar y echarse, entonces, a reír triunfal. Pero nada salió tal y como
— Tú, chiquillo molesto, no te atreverías a matarme ni aunque tu vida dependiera de ello —se acercó con paso lento, haciendo crujir las pocas ramas secas a sus pies—. No podrías matarme, porque no eres más que un débil humano ahora.Su sonrisa se amplió despacio al ver el nacimiento de ese toque rojizo en sus pupilas. Ese toque rojo carmesí que tanto le gustaba ver en él, porque era señal de que seguía siendo el mismo chico con el que se crió en el mundo de sus padres. Era muestra de que su esencia no había muerto y se mantenía intacta tal y como él lo recordaba.Aymé sacudió enérgicamente la cabeza y al verle pasar de largo, ignoró el dolor causado por las heridas al caer, y se abalanzó sobre él, tratando de detenerlo mientras le gritaba a Mat que tomara al menor en brazos y huyera.— No dejar
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