Yo Soy YoES

Como parte de su ritual anual, el Doctor Klass se encontraba en un juicio académico. Sus colegas se habían quejado, otra vez, de la manera en que Iván impartía sus clases.

El joven profesor volvía a disociarse. La canción “There’s always more time” sonaba en su cabeza mientras la directora de la facultad de computación le repetía que debía apegarse al plan de estudios en vigor.

─Por eso, Iván, que nos vemos en la necesidad de inscribirte a un seminario de pedagogía ─la voz de la doctora Sanz era empática y suave ─, sabes que es sólo un trámite, únicamente para apaciguar las voces del consejo.

El sereno profesor salió de su trance al escuchar la frase que ya sabía que se avecinaba. El problema era el mismo de siempre, idéntico al de la vez pasada, y a la anterior…

─Renuncio.

Su tono dejaba entrever únicamente firmeza y cansancio.

─Iván… ─repitió Emma, intentando apelar un poco al entendimiento de su colega.

─Doctor Klass ─ la interrumpió con firmeza. Ambos profesores se conocían lo suficiente como para existir cierto afecto entre ellos. Así que, al restregarle las formalidades en la cara, Emma sintió como si recibiera un golpe disfrazado de cortesía.

─Iván ─insistió ella ─, es sólo un curso, puro papeleo si quieres verlo así.

El ambiente se tensó, pero era claro que Emma sólo quería que la situación terminara cordialmente, algo así como con una palmadita en la espalda. El profesor Klass, doctor en Física Computacional, era un pilar tanto en la Facultad de Computación como en la de Matemáticas. La directora Emma sólo estaba intentando mantener lo que, en su mente, era uno de los más emblemáticos recursos de la Universidad.

Lamentablemente para la Doctora Sanz, no hubo respuesta por parte de Klass. Él estaba decidido, otra vez, a renunciar a su puesto como docente e investigador. Y sólo la observaba fijamente con seriedad.

Asintiendo levemente, la Doctora por fin habló nuevamente. ─No puedes dejarnos a mitad del semestre ─suspiró. ─Tómate una semana, ¿está bien? Después reevaluaremos tu puesto.

Iván no se engañaba: los únicos afectados si él abandonaba a mitad del semestre serían sus alumnos.

Se ajustó la pulsera del reloj en su muñeca izquierda y sacó el celular de su bolsillo; era un gesto mecánico, pues su pantalla mostraba cero notificaciones, exceptuando los recordatorios de su siguiente clase. Sopesó su decisión unos segundos, aunque en realidad ya había decidido su respuesta desde el inicio, y asintió levemente.

─Está bien. Retomaré la siguiente semana. Pero estaré fuera terminando el semestre.

La felicidad se apoderó silenciosamente de la Doctora Sanz, al menos no tendría que preocuparse por todos lo conflictos que conllevaba el reorganizar horarios debido a la falta de un profesor. En este caso, significaría reorganizar al menos ocho grupos distintos. Además, ella estaba segura de que podría disuadirlo de su idea de renunciar si así se lo proponía, como ya algunas otras veces había sucedido antes.

Los blancos corredores de la Universidad Distrital “Raven” se sentían más ligeros al salir de la oficina de la directora Sanz. El maletín de cuero gris oscilaba suavemente al costado de Iván mientras caminaba con dirección a la salida del edificio de oficinas.

El brillante sol de la mañana lo envolvió con calidez mientras cruzaba el área verde que conectaba la facultad de computación con la de matemáticas, ambas dentro del mismo campus de la Universidad Distrital Raven, lo que hacía habitual que Klass transitara entre ellas.

El estacionamiento de profesores se encontraba justo tras el edificio de materias de tronco común, así que no pudo evitar encontrase con algunos de sus alumnos mientras se retiraba.

Algunos de sus alumnos comenzaron a bajar la escalera, dirigiéndose al sótano, en dónde debían tomar su próxima clase con Klass.

─Astrid -la llamó, deteniéndose unos segundos.

Una chica delgada, de piel blanca, se detuvo por un momento. Al girar su cuerpo en dirección al profesor, su cara se iluminó un poco. La larga melena pelirroja caía más allá de sus hombros, y el corto vestido negro le cubría apenas más allá de medio muslo. Debajo de la negra tela, unas mallas color bronce cubrían su piel hasta los tobillos.

─¿Sí, profesor?

─Por favor, avísales a tus compañeros que la clase de hoy se cancela.

La delegada de la clase frunció el ceño, parecía un poco decepcionada con la noticia, pero asintió suavemente.

─Tampoco me encontraré disponible el resto de la semana. Aprovechen el tiempo para trabajar en sus ejercicios de lógica.

Sin esperar una respuesta, se giró nuevamente, y dio apenas un par de pasos antes de ser detenido. La delgada mano de Astrid lo sujetaba por el antebrazo.

─Profesor, ¿habría forma de tomar una asesoría con usted en otro horario esta semana? Es que estaba…

─Lo siento, Astrid. Pero estaré fuera de la Universidad y no tendré tiempo para asesorías.

Astrid sonrió con los labios apretados, a la joven estudiante no le agradaba mucho la idea de perder una semana completa de clases. Pero lentamente retiró su mano del brazo del profesor. Asintió levemente y se encaminó hacia el edificio.