La mercenaria de élite Elissa Muin había conseguido mantener su cordura dentro del escuadrón gracias a una única y sencilla norma auto-impuesta: mantener sus manos alejadas de sus compañeros. Nunca, bajo ninguna circunstancia, debía tocarlos. Ellos estaban prohibidos. Sin embargo, por una estúpida confusión, había hecho aquello que nunca debía hacer, había roto la norma inquebrantable. Ahora estaba en serios problemas. Sus tres compañeros tenían todas las de ganar, y ella, todas las de perder.
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