ELEONORAEl susurro aún resonaba en mis oídos mucho después de que la sombra desapareciera.Me quedé inmóvil frente al espejo agrietado, mi reflejo temblando bajo el pálido resplandor de la luna.«Ayúdame a liberarlo, o muere con los demás».Esas palabras no se desvanecían. Se aferraban a mi piel, frías y afiladas, como escarcha que se niega a derretirse.Cada instinto me gritaba que las ignorara, que fingiera que no había sucedido, pero mis latidos me traicionaban. Había algo real en esa voz… algo poderoso.Si Draco realmente había regresado, entonces Jordán ya no era el hombre que amaba—ni el Alfa que las manadas temían. Era algo más oscuro, algo que ya no podía controlar.Apreté mi chal con fuerza y salí de mi habitación. La noche estaba cargada, ahogada por las nubes, el aire eléctrico de tensión. Abajo, voces débiles provenían del gran salón—apagadas, urgentes, temerosas. Las seguí, moviéndome entre las sombras, con cuidado de no ser vista.Sus murmullos se hicieron más claros al
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