ELEONORA
El sonido de los susurros llenaba el salón antes siquiera de que yo entrara.
Los ancianos se reunían cerca de la mesa redonda, sus rostros cubiertos de miedo.
Sus voces bajas se detuvieron cuando entré, pero sus ojos lo dijeron todo: estaban asustados.
No de mí, sino de él.
Caminé más cerca, fingiendo una calma que no sentía.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué todos susurran?
El anciano Marco carraspeó, pero evitó mirarme.
—El Alfa Jordán… ocurrió algo otra vez anoche.
Mi pecho se tensó.
—¿A qué te refieres con que ocurrió algo?
Otro anciano, el que normalmente más defendía a Jordán, suspiró con pesadez.
—Perdió el control en el calabozo. Los guardias lo oyeron gritar. Las paredes se agrietaron. Dijeron… que no estaba solo allí.
Un escalofrío me recorrió.
—¿Qué quieres decir con que no estaba solo?
Intercambió una mirada nerviosa con los otros antes de continuar:
—Algunos guardias juraron haber escuchado otra voz. Una voz profunda, como si algo hablara desde dentro de él.
La sala q