Elena se rio —fuerte, habladora y llena de alivio— durante toda su conversación. Llevaba dos horas en esa casa, pero el brillo de admiración en sus ojos hacia Valentina nunca se apagaba. Las oraciones que había susurrado cada noche finalmente habían sido respondidas.No porque a Elena le gustara que su amiga se convirtiera en viuda. Sino porque, en su opinión, en lugar de ser una esposa tratada como una muñeca sin vida, era mejor que Valentina viviera libre y fuera valorada.—Hagas lo que hagas, te seguiré apoyando, Valen —repitió Elena, quién sabe por qué vez.Peni, sentada no muy lejos de Valentina, asintió con entusiasmo. De vez en cuando, ella también intervenía, animando a Valentina a ser fuerte frente a todo esto.—Pero, su foco principal debe ser recuperarse primero, ¿verdad, Señora Elena? —dijo Peni con caute
Leer más