Había pasado un mes.Un mes desde el día del reclusorio. Un mes desde que Adelaida fue enterrada sin fanfarrias. Un mes desde que la verdad completa había explotado, reconfigurando la familia.La habitación 703 de la UCI ya no era una estación de crisis; se había convertido en una vigilia crónica. Las paredes, antes estériles, ahora tenían dibujos de Luciana y Mateo. Sobre la mesa auxiliar, junto a las notas de la enfermera, había un altavoz Bluetooth que reproducía música clásica suave.La rutina se había establecido. Ricardo y Alessandro manejaban el imperio De la Torre desde una oficina temporal en el hospital, luchando contra las secuelas legales del desfalco de Noah. Guillermo, más sombrío, más maduro, había asumido el liderazgo de la familia, dividiendo su tiempo entre el hospital y el cuidado de sus hermanos menores en casa.<

El pasillo de la UCI se convirtió en una sala de guerra improvisada. El diagnóstico de la Dra. Navarro había sido claro: Amelia no volvería completamente mientras Noah Walker siguiera siendo una amenaza activa. La estrategia de dos frentes —legal y de presión interna en el reclusorio— estaba en marcha.—De acuerdo —dijo Ricardo, frotándose el rostro con cansancio—. Yo me encargo de los abogados. Los tendré trabajando día y noche. Pero tenemos otros problemas.Guillermo, que había estado en silencio, procesando el plan, finalmente habló. Su voz era baja, cargada con el peso de su nueva responsabilidad. —Luciana y Mateo —dijo, mirando a Emilio—. Han estado con las nanas casi diez días. Preguntan por mamá. Preguntan por... por él —no podía decir el nombre de Noah—. No podemos dejarlos solos en esa casa. Es demasiado

El mundo de Emilio se había reducido al pequeño rostro en la incubadora y a la confirmación que ardía en su cerebro. Suyo. La palabra no tenía sentido, pero los ojos del bebé eran una verdad innegable.—Doctor —dijo Emilio, su voz temblando mientras se volvía hacia el neonatólogo—. ¿Qué necesita? Lo que sea. —Tranquilo, joven —dijo el médico, visiblemente incómodo por la tensión familiar—. Lo principal es estabilizarlo. Su tipo de sangre nos servirá si es compatible, pero primero, los trámites de admisión.El médico le tendió un portapapeles a Lombardi, quien seguía pálido y vencido. —Doctor Lombardi, como esposo de la paciente, necesitamos su firma...—Él no firmará nada —dijo Luca, su voz era un trueno silencioso.Tomó el portapapeles d

Suite Presidencial St. Regis - Esa misma noche.La adrenalina del día se había disipado, dejando un agotamiento profundo. Eran casi las diez de la noche.En el hospital, la Dra. Navarro había tomado el control. Había estabilizado a Amelia tras el despertar parcial y había insistido en que todos se fueran. La sobreestimulación, incluso la positiva, era peligrosa. Guillermo, agotado por su colapso y la montaña rusa emocional, había sido llevado a casa por Ricardo para descansar.Ahora, en la suite del St. Regis, el ambiente era tenso. Emilio estaba sentado en un sofá, callado, asimilando la noticia de que era padre de un bebé prematuro que luchaba por su vida en Toluca. Alessandro estaba de pie junto a la ventana, copa de whisky en mano, observando la ciudad.Luca estaba al teléfono en la terraza, su voz era un gruñido bajo en italiano. —...non mi interessa quant

Suite Presidencial St. Regis - A la mañana siguiente.Había una frágil sensación de paz en la suite. Luca, Alessandro y Emilio habían pasado la noche allí, después del emotivo encuentro en la habitación de Guillermo. Habían hablado hasta el amanecer, uniendo las piezas rotas de sus vidas. Por primera vez, Luca y Emilio habían hablado no como adversarios, sino como padre e hijo.Estaban a punto de salir. Los tres, juntos. Primero irían a la UCI a ver a Amelia. Luego, Luca y Emilio tomarían el coche blindado a Toluca para ver al bebé recién nacido. Era el primer día de su nueva y complicada familia.Mientras Emilio se ataba los zapatos y Alessandro hablaba en voz baja con Ricardo por teléfono sobre los movimientos legales contra Noah, el teléfono encriptado de Luca sonó. Era Wei, desde Shanghái.—Signore. —Dimmi, W