Capítulo 81 —Yo lo conozcoNarrador:El silencio entre los dos seguía siendo cálido, íntimo, casi sagrado… cuando de pronto el teléfono de Luigi vibró sobre la mesita.Luigi cerró los ojos, molesto, y lo ignoró con un gruñido bajo.Valeria lo miró desde su pecho.—Lu… contéstalo —murmuró —Puede ser importante.—No ahora —respondió él, sin ganas de soltarla.El teléfono vibró otra vez. Y otra. Valeria le dio un golpecito suave en el brazo.—Luigi. Atiéndelo.Él suspiró, resignado, y estiró el brazo hacia la mesa. Vio el nombre en la pantalla.—Es Dominic —dijo —Debe ser sobre el intruso.Valeria se incorporó un poco, preocupada.—¿Sí? —preguntó ella —¿Qué dice?Luigi deslizó para aceptar la llamada.—¿Qué pasa, Russo?La voz de Dominic llegó directa, sin rodeos.—Te envié la imagen nítida. La mejor que pude reconstruir. Revísala. Y avísame.—Listo —respondió Luigi.Cortó. Valeria lo miró, con las cejas levantadas.—¿Y bien?—No sé —respondió él —Dice que me mandó la imagen del parche de

Capítulo 83 —Problema domésticoNarrador:Valeria estaba inclinada sobre el escritorio, escribiendo nombres, apodos, fragmentos de recuerdos. Luigi y Dominic permanecían cerca: el primero detrás de ella con una mano en su espalda como un ancla, el otro apoyado de brazos cruzados en un sillón, atento a cada palabra, a cada nombre que salía de sus labios.Mateo revisaba en la laptop lo que Valeria iba diciendo. Dinorah se apartó un poco, estiró el cuello como si necesitara respirar un aire distinto al que estaban compartiendo.—Tengo sed —dijo ella, sin rodeos —Voy por algo de beber. ¿Quieren algo?Dominic levantó la vista.—Una cerveza estaría bien.—Yo también —agregó Luigi, sin despegar la mano de la cintura de Valeria.Valeria sonrió apenas, sin soltar el bolígrafo.—A mí también —dijo, completamente en broma.Luigi le dio un golpecito suave en la parte baja de la espalda.—Ni en chiste —respondió.Ella se rió. Dominic también.—Bueno, un jugo estaría bien...Mateo levantó la cabeza

Capítulo 85 —Solo que aún tú no lo sabesNarrador: Luigi abrió la puerta del dormitorio con el mayor sigilo posible. No quería despertarla. No quería traerle el eco de lo que acababa de hacer. Pero ella no dormía.Valeria estaba sentada en la cama, las piernas cruzadas bajo la manta, la luz tenue de la lámpara iluminándole el rostro mientras sostenía un libro… que claramente no estaba leyendo.Apenas lo vio entrar, cerró la página sin mirar siquiera.—¿Por qué estás despierta? —preguntó Luigi, dejándose caer la chaqueta del hombro.—Porque no puedo dormir sabiendo que tú estás afuera —respondió ella, sin rodeos —Y menos sabiendo que podía pasarte algo.Luigi sonrió apenas. Ese tipo de sonrisa cansada que solo le salía cuando entreba en la habitación y la veía ahí, esperándolo.Se acercó, le dio un beso suave, corto, casi un sello para calmarla.—No estabas en peligro, ¿oíste? —murmuró él contra su frente —Fui por un infeliz. Nada más.Ella exhaló, pero no parecía tranquila. Luigi la a

Capítulo 87 —Don Luigi MattosNarrador:La caravana entró en la mansión como si regresara de una batalla silenciosa. Los custodios se desplegaron, los motores se apagaron, y el silencio se rompió recién cuando los primeros pasos resonaron en la entrada amplia.Dentro, el personal ya había preparado todo: una mesa larga, impecable, llena de platos calientes, pan recién horneado, carne tierna, verduras asadas, risottos, vino para los invitados, menos para Valeria claramente, y jugos frescos.El almuerzo esperaba como un abrazo civilizado después de un día brutal.Aylin fue la primera en suspirar con alivio.—Dios… necesitaba sentarme —comentó, dejando su bolso en una silla.Lorena la siguió, igual de cansada. Sofía se dejó caer a un lado de Renzo, pero con la mirada alerta, como siempre. Franco charlaba con Roman en voz baja, analizando algo que todavía ninguno compartía en voz alta.Valeria subió a la habitación en silencio. El luto le pesaba como si llevara una piedra atada al cuer

Capítulo 89 —Contigo dejó de dolerNarrador:Terminado el día, Luigi y Valeria entraron al dormitorio y él cerró la puerta con ese gesto directo que siempre le anunciaba que no pensaba perder tiempo. En cuanto el clic sonó, la tomó de la cintura, la atrajo hacia él y la besó. No un beso cualquiera: uno profundo, húmedo, caliente, con la lengua entrando en su boca como si fuera suya desde siempre. Valeria soltó un gemido ahogado contra sus labios y él lo tragó, intensificándolo, sosteniéndola del rostro mientras la besaba más hondo, más lento, como si saborearla fuera una necesidad. Cuando se separó, apenas un milímetro, ella ya respiraba agitada. Luigi sonrió contra su boca, esa sonrisa que siempre le aflojaba las rodillas. Deslizó los dedos por el borde de su blusa, tocándola con una calma que casi dolía. Cada botón que liberaba era otro segundo de tortura. Otro segundo de anticipación. Ella intentó advertirlo, con la voz hecha un hilo.—Luigi… no podemos follar todavía. La doctora di