Ático de Caroline, Polanco, Ciudad de México — 22:17 p.m., al día siguiente del vuelo El jet Gulfstream G700 aterrizó en Toluca con la discreción de un fantasma: matrícula falsa, piloto ex Fuerza Aérea Italiana, y un convoy de tres Mercedes Maybach blindados esperándonos en la pista privada. Adrián a mi lado, traje negro Brioni a medida, corbata aflojada, hombro vendado bajo la chaqueta pero arma Glock 19 en sobaquera. Yo: vestido negro ajustado de Versace con escote profundo, tacones Louboutin rojos sangre, bolso Hermès Birkin con pistola Beretta Nano dentro. Máximo y cuatro hombres en los otros autos, chalecos tácticos bajo camisas, auriculares con comunicación encriptada. "Recuerda el plan, Isa", murmuró Adrián mientras el convoy serpenteaba por Reforma, luces de la ciudad reflejando en los vidrios polarizados. "Entramos como 'invitados sorpresa'. Tú hablas primero, yo cubro. Si Caroline tiene guardias rusos, Máximo los neutraliza desde el ascensor de servicio". Asentí, coraz
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