— ¿Un día entero caminando por la ciudad no fue suficiente para que Antonella consiguiera un empleo? Ella entregaba currículos, hablaba con los dueños de las tiendas, pero las puertas se cerraban de inmediato.
Intentó entender por qué parecía tan difícil conseguir un trabajo en esa ciudad, pero no encontró respuestas. Antonella estaba demasiado cansada para pensar, y el hambre la ponía de mal humor. Llamó a Dominique para pedirle que la recogiera. Aunque Dominique quería saber todo lo que había sucedido en ese caótico día, Antonella no dijo una palabra hasta que finalmente entró en el vehíc*l*.
— ¿Cómo está Adam? —La pregunta, aunque normal para una madre, dejó a Dominique un poco inquieta.
— ¡Está muy bien! —la miró antes de encender el auto y arrancar—. Por favor, dime que tienes buenas noticias.
— No tengo buenas noticias —respondió apretando los labios con irritación—. Todas las puertas de esta ciudad parecen cerradas para mí. Tengo los pies llenos de ampollas de tanto caminar sin