Ámbar sintió una incomodidad inmediata, aquella cercanía la había descolocado.Mientras tanto, desde el otro extremo del salón, Alaska observó la escena. En cuanto vio a Vidal inclinarse hacia su hermana, una punzada de dolor le atravesó el pecho. Fue un sentimiento agudo, como si algo dentro de ella se contrajera. Pero no podía permitir que esa imagen continuara ni un segundo más.Sin dudarlo, avanzó con paso decidido hasta donde estaban. Al llegar, tomó del brazo a Vidal con una sonrisa forzada.—¡Mi amor, por fin llegaste! —soltó con una sonrisa. Lo atrajo hacia sí y, antes de que él pudiera reaccionar, lo besó en la mejilla.Vidal se tensó al instante. No correspondió al acto y, mientras Alaska intentaba aferrarse a él, éste no dejó de mirar a Ámbar.Ella, por su parte, se mantuvo serena. Los miró a ambos con expresión neutra, sin mostrar emoción alguna, como si la escena no le afectara en absoluto.—Ámbar, dijiste que estarías acompañada de tu esposo, pero desde que llegué te he
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