Teo se dejó caer sobre el sofá y, antes de que Hannah pudiera sentarse a su lado, la tomó de la mano y la atrajo hacia él para acomodarla de lado sobre su regazo. Luego rodeó su cintura con ambos brazos, apoyó el mentón en su hombro e inhaló hondo. Su aroma era suave y tan familiar ya, que bastaba respirarlo para sentir una calma que solo ella podía darle.¿Quién hubiera dicho que era del tipo que disfrutaba simplemente de quedarse abrazado a su pareja? Ninguna de las mujeres con las que había estado antes le había despertado esa necesidad constante de tocar, de besar, de sentirla cerca. Con Hannah, en cambio, bastaba cualquier pretexto para acercarse. En las mañanas, incluso antes de abrir los ojos por completo, la buscaba entre las sábanas solo para acurrucarse con ella.—Mandé a investigar a Duncan —confesó—. Estoy bastante seguro de que no fuiste la primera mujer con la que intentó sobrepasarse, haciendo uso de su poder. Y pienso encontrar pruebas para destruirlo.Hannah se tensó
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