Teo clavó la mirada en Hannah, el ceño fruncido. La tomó del rostro con ambas manos y sostuvo su mirada.
—¿Estás segura de que estarás bien sola? —preguntó—. Podría acompañarte.
Si encontraba en sus ojos la más mínima inseguridad, no la dejaría marcha sola y nada de lo que pudiera decirle lo haría cambiar de opinión.
—No he cambiado de opinión desde la última vez que preguntaste hace menos de una hora —dijo, con un ligero tono de broma—. Estaré bien. —Ella sonrió—. Y además tú tienes tus propios asuntos… o Logan va a estar muy molesto.
—Bueno —respondió él, esbozando una media sonrisa—. Me gusta hacerlo enfurecer; así que, es una ventaja de ir contigo. La otra es que no tendríamos que separarnos.
Se inclinó hacia ella con una lentitud calculada y, al apartarle un mechón de cabello que le caía sobre la mejilla, dejó que sus dedos rozaran su piel.
—Tal vez podríamos repetir el magnífico sexo que tuvimos en tu cámper —susurró cerca de su oído.
Hannah sintió el color subiéndole al rost