Lucía Rossi. Un asunto muy personal que tenía a Logan con el corazón latiendo desbocado cada que pensaba en Lucía y en todo lo que había estado ocurriendo entre ellos en las últimas semanas. Aunque, ciertamente, todavía no sabía cómo definir lo que fuera que tenían. No podía llamarse una relación como tal, ya que no había nada fuera de lo usual. Citas, salidas al cine, almuerzos, cenas… Compartir un café con Lucía y sus colegas, porque sí, Logan se había hecho algo así como amigo de los colegas de Lucía. Sin embargo, muchas veces, Logan se ponía a pensar en la idea de dar ese último paso y pedirle a Lucía que fuera su novia, lo que incluía dejar, de una vez por todas, muy nítido sus sentimientos. Había estado dando señales sutiles en cada una de sus salidas. Caricias, roces, besos muy cerca de los labios, apodos cariñosos, palabras camufladas de amor… Oh, el gran CEO Parisi Logan había caído enamorado de una mujer completamente diferente a todas las que conoció y estaba asustado por c

De acuerdo, seguramente el último café que bebió había contenido alguna especie de sustancia que ahora le provocaba alucinaciones. No tenía otra explicación para lo que estaba viendo y…—Creo que dejaste a tu hermano sin palabras. El pobre está en estado de shock y nos mira como si fuéramos de otro planeta. —Vio la sonrisa, un tanto pícara, en el rostro de su madre que levantó una mano, la cerró y dejó únicamente el dedo índice y corazón erguidos—. Buenas noches, terrestre con cara de tonto. Venimos en paz.—¿En serio, mamá?—Bueno, las viejas también tenemos humor.—Geraldine, no diga esas cosas sobre sí misma. Usted no es vieja. —Logan todavía seguía sin comprender qué era lo que estaba ocurriendo—. Eli, te ayudaré a sentarte.—No. Mejor ve cavando un pozo lo bastante grande y profundo. —Logan parpadeó cuando su hermana dio otro par de pasos hacia él—. Como mi cuñada, es tu deber ayudarme con esta tarea. Habrá un poco de sangre, pero…Todo lo que Logan vio fue cómo su hermana levant

Lucía quería reír, pero optó por mantener el rostro serio y responder…—Para nada. Solo confirmé lo que has dicho de este sitio —acotó, agarrando la copa con vino. Bebió un sorbo—. El mejor sushi de la ciudad y muy buena atención. Buen vino.—¿Ah, sí? —Lucía asintió—. Con que muy buena atención, eh. Bien, ¿qué dices de ir a mi departamento y ser atendida por un excelente anfitrión, mejor que cualquiera de estos camareros fornidos, quien podría sorprenderte con un exquisito postre?—CEO Parisi Logan, capté cierto tono de desdén cuando comentó sobre estos chicos que solo están cumpliendo con su trabajo de atender y regalar buenas vistas a mujeres como yo que vienen aquí para comer un buen sushi. —Lucía, en serio, estaba haciendo lo posible para no reír al ver la mirada en blanco y la cara de póker de Logan—. Eso no está bien, señor.—Te puedo demostrar muchas cosas que pueden estar mucho mejor que todo esto —espetó Logan, haciendo un gesto con una mano en torno al restaurante y los cama

Meses después.Logan pinceló un mohín con los labios mientras miraba el vistoso escaparate repleto de brillantes joyas. Desde collares y gargantillas, pulseras y aretes, hasta anillos… Oh.—No te convence ninguno. Lo sé por tu cara de póker. —Logan arqueó una ceja, en un gesto intrigante—. Y ahora es tu cara de, ¿qué carajo, hombre?—¿Recuérdame por qué eres mi mejor amigo? —preguntó, cruzándose de brazos.—Porque soy un tipo genial. —Logan entrecerró los ojos y negó con la cabeza—. Eso y que puedo asegurar que te conozco lo suficiente como para saber lo que estás pensando con solo mirarte. Eres bastante expresivo cuando quieres.—¿Ves esto? —Logan apuntó su rostro—. Es mi cara de “le diré a Fiorella que pase de ti”.—Entremos. Estoy seguro que encontrarás lo que estás buscando. —Logan contuvo una risita—. Vamos, hombre, adentro hay más anillos. El indicado aguarda por ti.—Sí, eso pensé, mi querido Adrien —canturreó Logan.Cómo había llegado a formar y tener una amistad tan íntima co

El sonido de las risas llegaba hasta la cocina y Lucía negó con la cabeza. Conocía muy bien esas risas y no presagiaba nada bueno, al menos no para ella. Significaba que algo estaban tramando o peor aún, que algo habían hecho. Se inclinaba más por lo segundo; además, no sería la primera vez.Exhalando un suspiro, con las risitas de fondo, Lucía se colocó las manoplas y sacó del horno una bandeja repleta con galletas con chispas de chocolate, las preferidas de ciertas personas que se encontraban en el living. La dejó sobre la encimera, cerca de la ventana entreabierta para que se enfríen más rápido, la corriente de aire que se filtraba por la ranura era más que suficiente. Luego buscó las tazas; en cuatro sirvió café y en la cuarta leche chocolatada tibia. Puso las tazas humeantes en una charola y giró sobre sí, con la mirada fija en las galletas. «Bueno, saben mejor si no están del todo frías», pensó mientras las colocaba en un plato, que también fue a parar a la charola.Entrecerró l