El sol apenas despertaba cuando Annabel sintió que la cama estaba vacía. Medio adormilada, vio a Lissandro junto al ventanal, ya vestido con pantalón oscuro y camisa. La silueta de él, tan imponente y segura, la hizo sonreír.—¿Tan temprano? —preguntó, frotándose los ojos.Él se giró y, con una leve sonrisa, se acercó a besarle la frente.—Levántate, pequeña. Tengo una sorpresa para ti.Ella apenas tuvo tiempo de preguntar antes de que la ayudara a vestirse y la guiara hasta el auto. El viaje fue largo, entre montañas y árboles que parecían perderse en el horizonte. Annabel, curiosa, no dejaba de mirarlo.—¿Dónde vamos?—Sorpresa —repitió él, sin apartar la vista del camino.Finalmente se detuvo en un sendero escondido. Tras caminar unos minutos, Annabel se quedó boquiabierta: frente a ellos, una cabaña de madera, rústica pero elegante, con una chimenea humeando suavemente y detalles que hablaban de comodidad y refugio.—¿Este lugar es tuyo? —preguntó, maravillada.—Sí. Vengo aquí cua
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