Malú volvió a marcar el número, pero Ravi no contestó. En su lugar, apareció un mensaje seco: “Te llamaré después. Aprovecha para conversar con tu ‘primitivo querido’. ¡Buenas noches!” Ella apretó los puños, frustrada. —¡Qué infantilidad, Ravi! ¡Celoso de Derick! —murmuró, mordiendo el labio para contener las lágrimas. Decidida a disculparse con su primo, abrió la puerta de su cuarto y, en el pasillo, vio que Derick aún estaba parado, su sombra alargada por la luz del abajur. Se acercó a él y dijo: —Perdón por haber sido tan grosera contigo… Tienes razón: estoy en una guerra. Y no quiero luchar sola, quiero a toda mi familia a mi lado, incluyéndote a ti. Derick se giró lentamente, sus ojos verdes brillando a la media luz. Observó que ella aún sostenía el celular. —¿Está todo bien ahora? —preguntó, cruzando los brazos. Malú borró el mensaje con un movimiento rápido, forzando una sonrisa. —Sí, fue solo… un malentendido. Él rió, bajo, y se acercó hasta que su perfume d
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