El silencio en ese momento se volvió pesado, cortado solo por la respiración irregular de Malú, que temblaba como una hoja al viento. Sus ojos, llenos de lágrimas, se fijaron en el pecho de Gabriel, mientras sus manos vacilantes levantaban la blusa, revelando una señal peculiar bajo los senos, cerca de la costilla. Un pequeño corazón rojo, perfecto, marcaba su piel como una firma del destino. La misma señal que Gael llevaba en el pecho.—Es… es igual… —susurró Ravi, pero se calló, como si no quisiera romper aquel momento.Malú negó con la cabeza, como si pudiera borrar la realidad que se imponía ante ella. Las lágrimas caían sin control, y sus piernas parecían ceder. Gabriel, con pasos firmes pero llenos de emoción, se acercó. Su mano, cálida y segura, envolvió la de ella, y habló con una voz que mezclaba dolor y alivio:—Sí, Malú. Soy yo. Soy tu hermano. Aquel que creías muerto. Aquel que, durante más de veinte años, nunca supo que tenía una hermana gemela. Pero cuando lo descubrí, j
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