—No sigas con este juego, Evelyn, ya te di días para que te calmes y hablemos con dos personas civilizadas. No fue para tanto.—¿No fue para tanto? ¿Qué te pasa Sebastián? — El que le dijera solo Sebastián, le dolió de una manera extraña, una que quería seguir ignorando, según él le había dado espacio de dos días, para que se calmara y se diera cuenta, pero al contrario lo que había hecho es que ella no sea capaz de verlo a los ojos, como en ese momento, que tenía la puerta entre abierta sin querer verlo de frente, además que sus bebés reaccionaban por instinto, podían sentir el dolor y miedo en su humana.—Preciosa, vamos, no fue mi intención, es que yo entiendo, ponte en mi lugar.—No, Sebastián, no es justo, no me pidas que me ponga en tu lugar, porque yo nunca he dudado de ti, ni un momento. Yo jamás te diría esas cosas que tú me has dicho, porque de verdad yo te amo.—Evelyn, por favor, entiende, somos muy diferentes, yo—¿Tú qué? Claro que somos distintos, como el agua y el acei
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