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El tiempo se detuvo.Clara podía ver cada detalle con claridad brutal: el arma en la mano de Victor, temblando apenas pero apuntando directa y firmemente hacia el pecho de Adrian. El dedo de Victor sobre el gatillo, no presionando todavía pero cerca. Demasiado cerca. Los ojos de Adrian, rojos de alcohol pero súbitamente alerta, fijos en su hijo que no era su hijo.—Victor —Clara encontró su voz, forzándola a salir calmada a pesar del terror que la inundaba—. Baja el arma. Sea lo que sea que piensas que viste...—¿Qué creo que vi? —Victor soltó risa que sonaba rota—. Te vi a ti, Clara, presionada contra el escritorio. Tu vestido rasgado. A él tocándote como... como si tuviera derecho. Como si fu

El silencio después de la partida de Victor era el tipo de silencio que precede a los terremotos.Clara se había quedado inmóvil, su mente procesando las palabras de Victor en un loop infinito. La tocaste. Mientras dormía. La penetraste. Yo los vi.Adrian permanecía contra la pared, su pecho subiendo y bajando con respiraciones irregulares. Las manos le temblaban mientras intentaba sostener su cabeza, como si el peso de sus propios pensamientos fuera demasiado para su cuello.James había guardado el arma en su chaqueta y ahora los observaba a ambos con expresión de alguien que acaba de presenciar un naufragio.—Necesito... —Clara empezó, su voz sonando extraña y dista

El sobre sellado yacía en el suelo como una mancha de sangre.Clara lo miraba, incapaz de moverse, incapaz de respirar. Las palabras de Throne resonaban en su cabeza: "Cuando elija entre el pasado y el futuro."Como si hubiera sabido. Como si hubiera predicho este momento exacto.—Evelyn —la voz de Edward cortó su parálisis—. No tienes que leer eso ahora. Déjalo. Déjalo todo atrás y ven conmigo.Su mano seguía extendida, firme y constante. Un faro en medio de la tormenta.—Tenemos un contrato legal —continuó, su voz suave pero insistente—. Promesas hechas cuando éramos jóvenes, sí,

El mundo se había detenido.No por la revelación de la carta, aunque esa había sido devastadora. No por el rechazo de Clara a ambos hombres, aunque eso había roto corazones.Sino por la voz.La voz de Sophia.Clara seguía congelada en el umbral, la carta de Throne temblando en su mano, las palabras "padre biológico" quemándose en su retina. Pero todo eso se había vuelto borroso, secundario ante el milagro que acababa de presenciar.Sophia había hablado.No un susurro. No un murmullo roto. Palabras reales, claras, firmes."No te vayas, Clara

La sala del tribunal estaba repleta.No era la gran corte de justicia que Clara había imaginado en sus pesadillas, sino una sala más pequeña, más íntima, donde cada palabra resonaba contra las paredes de madera oscura como acusación o absolución.Clara estaba sentada en el estrado de testigos, sus manos cruzadas en su regazo para ocultar el temblor. A su derecha, el juez Bartholomew observaba con expresión inescrutable. A su izquierda, el fiscal revisaba notas con ceño fruncido.Y directamente frente a ella, en filas de bancos que parecían extenderse infinitamente, estaban todos: Victor con esposas, su rostro una máscara de vergüenza. El Conde D'Armont, también esposado, mirándola con algo que podr&iacut

El tiempo se había detenido otra vez.Clara miraba a la mujer que acababa de proclamarse esposa de Adrian, tratando de procesar palabras que no tenían sentido. Esposa. Legal. Casada hace quince años.Pero Adrian había estado casado con Catherine. Catherine había sido su esposa. Catherine era la madre de sus hijos.¿No?Adrian se había puesto de pie tan bruscamente que su silla cayó hacia atrás con estruendo que resonó en el silencio atónito.—Isabella —su voz era apenas un susurro—. Estás muerta.La mujer, Isabella, sonrió sin humor.

La mansión Delacroix nunca había sentido tan pequeña.Clara estaba sentada en la biblioteca, mirando sin ver las páginas del libro en su regazo. Tres pisos arriba, Sophia dormía finalmente después de horas de llorar. Dos puertas más allá, Adrian estaba encerrado en su estudio, procesando el hecho de que su matrimonio con Catherine había sido fraude. Y en algún lugar de esta casa laberíntica, Isabella vagaba como el fantasma que había pretendido ser durante una década.El juez había ordenado convivencia temporal mientras se procesaba la anulación. "Para beneficio de la niña", había dicho, como si obligar a Sophia a vivir bajo el mismo techo que la madre que la había abandonado fuera algún tipo de beneficio.<

La mansión se había convertido en fortaleza.James y Edward patrullaban el perímetro con dos guardias que el magistrado había enviado después de la fuga. Ventanas aseguradas. Puertas con cerrojos dobles. Cada entrada vigilada.Pero todos sabían la verdad: Victor había crecido en esta casa. Conocía cada pasaje secreto, cada ventana que no cerraba correctamente, cada punto débil que años de familiaridad revelaban.No estaban manteniéndolo afuera.Estaban atrapados adentro con él.Clara estaba en la biblioteca con Adrian, ambos exhaustos pero incapaces de dormir. Sophia finalmente había cedido al agotamiento en la h

El agua del estanque explotó hacia arriba.Victor emergió tosiendo, arrastrando a Sophia con él hacia el borde. La niña estaba empapada, temblando, pero viva. Antes de que alguien pudiera alcanzarlos, Victor ya había salido del estanque, corriendo hacia los establos con Sophia luchando en sus brazos.—¡ALTO! —Adrian rugió, pero Victor no se detuvo.El sonido de cascos contra piedra cortó la noche. Victor había montado uno de los caballos, con Sophia presionada contra su pecho, galopando hacia la oscuridad de los terrenos.—Los caballos —James gritó, ya corriendo hacia los establos—. ¡Ahora!No hab&i

El tiempo no se movía en segundos sino en latidos de corazón.Adrian miraba a Sophia en sus brazos, luego a Clara deslizándose hacia el vacío, su mano aún aferrando desesperadamente la muñeca de Victor. Los ojos de su hija, enormes y aterrorizados, le daban permiso que ningún padre debería necesitar.Ve. Sálvalos.—Perdóname —susurró contra el cabello de Sophia.La puso en el suelo, gentil pero rápido, y se lanzó hacia el borde.Sus manos agarraron las muñecas de Clara justo cuando sus dedos finalmente cedieron su agarre en Victor.&mdas

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