Capítulo 71James aparece poco después, esta vez con otro traje que parece hecho a su medida. El color coral resalta su piel y hace brillar todavía más sus ojos azules. El murmullo de los presentes se intensifica apenas lo ven salir. Él camina con paso rápido hacia Nora, su expresión mezcla de preocupación y urgencia.—Creo que esto puede tardar más de lo previsto —dice con un gesto apenado—. La modelo se hizo un esguince. Lo siento, quería irme temprano.Nora lo mira sorprendida, aunque enseguida mueve la cabeza con calma.—Lamento eso, James. Podemos vernos otro día —responde sin darle mucha importancia— de todas formas, Andy no pudo venir, tenía una reunión de profesores o algo así.James, sin embargo, se frota la nuca como si estuviera buscando la forma correcta de convencerla.—Jean Piero me dijo que te vio. Está fascinado contigo —añade en voz baja, como quien revela un secreto importante.—Oh… —Nora se queda en blanco y enseguida suelta una risa nerviosa—. No, gracias.A su lad

Capítulo 73Luego de una buena comida, Nora y Silas se dirigen a un centro comercial. La idea es sencilla: comprarle un celular nuevo a ella.—Este aún sirve… —murmura Nora mientras observa el escaparate de la tienda, como si todo aquello fuera innecesario.—Ese teléfono tiene más de dos años. Ya está descontinuado, elige uno —dice Silas con paciencia, acomodando el saco en su brazo.Ciro, que camina detrás de ellos, se maravilla de la calma que el jefe siempre parece tener cuando se trata de su esposa. Con ella habla dos tonos más bajo, como si temiera quebrar un cristal si alzaba demasiado la voz.—Bien… pero que sea sencillo, nada demasiado exagerado —Nora hace una mueca infantil—. Ayúdame a elegir, no sé nada sobre teléfonos.Silas asiente y se acerca al mostrador.—Muéstreme sus mejores modelos —ordena al dependiente, quien enseguida despliega una sonrisa servicial.—No tienes arreglo —murmuré.En cuestión de segundos, ambos se enfrascan en una conversación sobre capacidad, cámar

Capítulo 75Esa noche, después de cenar, Silas recibe una llamada urgente. Tiene que conectarse a una conferencia de emergencia con varios socios, así que se encierra en el estudio del complejo, dejándola libre.Nora, incapaz de dormir, decide caminar por el jardín que conecta varias de las casas colindantes, todas pertenecientes a familias ricas e influyentes. El aire es fresco, impregnado con el olor de los pinos. El silencio solo se interrumpe por el canto lejano de un ave nocturna.Camina con calma, dejando que sus pensamientos fluyan. Pero pronto percibe algo distinto: pasos suaves, una presencia que se acerca. Al girar, lo ve.Un hombre alto, de cabello rubio sucio y ojos verdes que brillan como gemas bajo la tenue luz. Su sonrisa es amplia, encantadora, casi demasiado perfecta. Su porte es seguro, atractivo, con un magnetismo que podría ser irresistible para cualquiera… excepto para ella.Nora siente un escalofrío. Algo en su aura no encaja, como si detrás de esa apariencia ama

Capítulo 77Nora se queda en la habitación acompañando a Beatriz, atenta a cada pequeño detalle. La ayuda a acomodarse en la cama, le acomoda las almohadas y le ofrece agua de vez en cuando. La mujer, aunque aún se nota débil, agradece los cuidados con una mirada cálida.Silas tuvo que salir temprano porque lo esperaba una reunión urgente, así que dejó a su abuela bajo el cuidado de Nora, confiado en que ella sabría atenderla. El silencio de la habitación se interrumpe de vez en cuando con las palabras suaves de Nora, que intenta mantener el ánimo de Beatriz.—¿Cómo se siente ahora? —pregunta Nora con voz delicada, acomodando el edredón.—Un poco mejor, hija —responde Beatriz—. Tenerte aquí me alegra el día. Silas tiene razón en haberte traído a mi lado.Nora sonríe, enternecida por sus palabras.—No tiene que agradecerme, doña Beatriz. Para mí es un gusto estar aquí.Pasado el mediodía, la puerta de la habitación se abre y Patricia entra cargando unas bolsas con comida. Su expresión

Capítulo 79Después de esa exposición se fueron a casa y no hablaron más de eso.Nora había pasado días enteros frente al bloque de mármol, con las manos firmes y la paciencia que solo ella era capaz de sostener durante horas. Primero golpeó con el cincel puntiagudo para desprender los pedazos más grandes, marcando las líneas generales del torso que tenía en mente. Luego, poco a poco, cambió a un cincel de punta plana, retirando el exceso y suavizando lo que después serían músculos y pliegues. Para los detalles más pequeños usó el raspín, afinando cada curva con movimientos cortos y precisos, hasta lograr que la piedra pareciera carne viva. A ratos, humedecía el mármol con una esponja para que el polvo no la cegara, y en las noches lo repasaba con lija de grano fino hasta que la superficie se volvía tersa como seda.Lo último que trabajó fue el efecto de una manta que descansaba sobre los hombros del torso. Con el cincel en ángulo, golpeaba con suavidad para marcar los pliegues, y des