Capítulo 71 —Vas comprendiendoNarrador: Sofía quedó recostada sobre su pecho, con el corazón martillándole tan fuerte que parecía querer salir. La piel de ambos estaba húmeda, pegajosa, y sin embargo no había intención de separarse. La rodeó con un abrazo firme, como si temiera que se esfumara si la soltaba.El silencio se extendió entre ellos, pero no era vacío. Era un silencio cargado, denso, de respiraciones entrecortadas y palabras no dichas. Sus pechos subían y bajaban al mismo ritmo, como si todavía estuvieran unidos en el movimiento. Renzo deslizó los dedos por su espalda, dibujando líneas torpes, como si buscara memorizar cada curva, cada relieve. —Ragazza… —murmuró ronco, casi inaudible.Ella cerró los ojos, mordiéndose el labio para no romperse. Lo apretó más fuerte contra sí, buscando en su calor un refugio que al mismo tiempo la destruía. Porque sabía que no era solo deseo lo que los retenía ahí: era algo mucho más peligroso, un vínculo que ninguno de los dos podía nomb

Capítulo 73 —RespirarNarrador:Las horas se alargaron como cuchilladas. Renzo revisó su teléfono otra vez y frunció el ceño: ella no aparecía, no le respondía las llamadas, no le enviaba un mensaje, nada. Al principio intentó convencerse de que estaba en el ala este de la mansión, distraída en alguna cosa, o tal vez caminando por los jardines. Pero cuando bajó a la cocina y nadie la había visto, la inquietud empezó a convertirse en una furia contenida.—¿Dónde carajo está? —murmuró, atravesando pasillos con pasos largos.Preguntó a los guardias, al personal, incluso a la mucama que había servido el desayuno: todos negaban con la cabeza. Nadie la había visto desde hacía horas. El nudo en su estómago se apretó más cuando salió al garaje y notó el vacío en uno de los espacios: el coche rojo no estaba. Renzo cerró los puños, el pulso golpeándole en las sienes. Subió las escaleras, bajó de nuevo, abrió puertas, recorrió salones como un animal enjaulado. Cada minuto sin verla lo enloquecía

Capítulo 75 —El periódicoNarrativa:El viento todavía olía a agua y a tierra húmeda cuando Sofía terminó de vestirse junto a su coche. Renzo, con la camisa a medio abrochar, se acercó sin pensarlo. La atrapó por la cintura, pegándola a él.—Non ti scordare… ti amo. (No lo olvides… te amo). —murmuró contra su boca antes de besarla con una lentitud que le arrancó un suspiro.Ella le devolvió el beso, temblando, aferrada a su camisa mojada. Cuando se separaron, lo miró a los ojos y dejó escapar lo que ardía en su pecho:—Yo también te amo, Renzo.Se quedaron así unos segundos, respirando el uno del otro, hasta que él le acarició el rostro con los nudillos y la dejó ir. Cada uno subió a su coche. El rugido de los motores rompió el silencio, y partieron de regreso a la mansión con esa confesión grabada a fuego en la piel.Los días siguientes transcurrieron en un delicado equilibrio. Sofía mantenía su fachada de Vanya, ocupada con informes, instrucciones y decisiones que los hombres de Renz

Capítulo 77 —El visistanteNarrador:Renzo se quedó rígido en el salón después de ordenar que prepararan la habitación para Isabella. Apenas la vio desaparecer por el pasillo, su mirada subió instintivamente hacia la escalera. Sabía que ella había escuchado. Sabía que esas palabras habían sido un cuchillo directo al corazón. Un nudo lo apretó en el pecho y, sin pensarlo dos veces, subió los escalones de dos en dos. Cada paso era un juramento mudo: no iba a dejarla sola en ese estado. Llegó hasta la puerta de la habitación y escuchó el ruido de un cierre, cajones que se abrían y se cerraban, un golpe sordo contra la valija. Abrió sin anunciarse. Sofía estaba de rodillas junto a la cama, la valija abierta y ropa arrojada a los tumbos dentro. Su cabello caía desordenado sobre el rostro húmedo de lágrimas.—Me voy. —dijo con un hilo de voz, sin detenerse en lo que hacía.Él avanzó dos pasos, incrédulo.—¿Cómo que te vas?—Sí, Renzo. —replicó, con la garganta hecha un nudo —Me voy. Ya vino

Capítulo 79 —Un puente hacia otraNarrador:Sofía sostuvo el contacto sin pestañear, erguida, sin dejarse aplastar por la furia de él. Una media sonrisa asomó en sus labios, descolocando su intensidad.—La verdad… —susurró, arrastrando la voz con calma calculada —es que exageras. Luigi y yo apenas cruzamos caminos hace años.Renzo frunció el ceño, desconfiado, sintiendo que esa seguridad lo desarmaba más que cualquier excusa.—No me basta con eso.Ella inclinó apenas la cabeza, rozando su boca con la de él sin dársela del todo.—No tiene por qué bastarte. —dijo con un filo de ironía —Pero tienes que entender que yo decido lo que comparto y lo que no de mi vida. —Renzo apretó la mandíbula, impotente. El control que creía tener se le escurría entre los dedos. Sofía, con la mirada fija en él, añadió en un murmullo que fue veneno y caricia al mismo tiempo: —Y deberías aprender a confiar, Italiano. Porque si no… nunca sabrás lo que de verdad importa.El silencio que siguió fue insoportable.