Capítulo 112 —Sólo de amor no se viveNarrador: Sofía le tomó el rostro con ambas manos y lo obligó a mirarla. Luego le dio un beso suave en la mejilla, dejando la frente apoyada contra la suya. —Eres muy bueno para dar consejos, Maty. —Susurró con ternura —Pero deberías seguirlos también. Si ella no te quiere por lo que eres, entonces no vale la pena.Mateo soltó una risa amarga, negando con la cabeza. —Es más complicado que eso, Sofi. Ella no solo es policía… —su voz se quebró —Odia a los mafiosos. Y sobre todo a papá. Lo cree culpable del asesinato de su esposo, hace casi seis años.Sofía se apartó un poco, con los ojos muy abiertos. —¿Qué? ¿Se lo dijiste a papá?Mateo bajó la mirada, incómodo. —No. No podía. Solo se lo conté a Eros… y me dijo que iba a averiguar. Pero hasta ahora no he tenido noticias.Sofía lo miró largo rato, con el corazón encogido. Su hermano estaba atrapado en una red peligrosa de sentimientos y silencios que podían costarle la vida. Le sostuvo el r

Capítulo 114 —Confiar en mí.Narrador:El amanecer bañaba la casa con una luz suave cuando Sofía, ya vestida, bajó a la cocina donde Aylin y el Diablo desayunaban en silencio. Apenas la vieron, ambos dejaron lo que tenían entre manos.—Voy a volver a mi penthouse —anunció Sofía, con firmeza.Aylin arqueó las cejas, sorprendida.—¿Tan pronto? —negó con suavidad —Hija, todavía te estás recuperqndo. Quédate aquí unos días más, al menos hasta que la herida no te moleste tanto.Sofía le sonrió con ternura, pero mantuvo su postura.—Mamá, necesito volver a mi vida. Hay cosas que debo hacer, y no puedo hacerlas desde aquí.El Diablo, que hasta entonces la había observado en silencio, dejó la taza de café sobre la mesa con un golpe seco.—¿Y qué cosas son esas, Sofía? —preguntó con voz grave, esa que no admitía evasivas.Ella respiró hondo, lo miró directo a los ojos y respondió con calma:—No puedo decírtelo. Vas a tener que confiar en mí.El silencio se hizo pesado. Aylin la miraba con preoc

Capítulo 116 —Un sacrilegioNarrador:Renzo tomó al fin el tenedor y, con calma, enrolló la pasta en un gesto casi reverente. Llevó el primer bocado a la boca y, al instante, cerró los ojos con un suspiro profundo. Se recostó en la silla como si ese sabor lo hubiera golpeado directo al alma.—Dio… —murmuró con voz ronca —Hace años, Sofía. Años que no probaba esto. Y mucho menos así de sabroso. —Ella lo observaba divertida, con el mentón apoyado en la mano, disfrutando de verlo rendirse ante algo tan simple y tan poderoso al mismo tiempo. Renzo abrió los ojos y la miró con una mezcla de incredulidad y placer. —Dime, ¿cómo demonios supiste hacerlo? Tú eres latina, sin una sola raíz italiana. Y no lo tomes a mal, no es un reproche ni un insulto… es que de verdad me intriga.Sofía rió bajito, encogiéndose de hombros. —Tuve ayuda.—¿Ayuda? —Renzo arqueó una ceja, curioso.—Sí. Estuve hablando estos días con Lorena… y me guió paso a paso.Él se quedó unos segundos en silencio, observándola

Capítulo 118 —Me conociste por separadoNarrador:Sofía seguía moviendo el cursor por las carpetas, pero lo sentía. La intensidad de su mirada sobre ella era tan fuerte que casi la podía tocar. Fingió un par de clics más, como si no se diera cuenta, y entonces, sin girarse del todo, habló con una calma—Podrías disimular un poco mejor, Renzo, pero, si tanto te interesa lo que ves, haz algo al respectoÉl parpadeó, sorprendido. La atrapó mirándolo, con esa media sonrisa que no sabía si era burla o desafío. Se acomodó en el respaldo, intentando recuperar la compostura, pero la voz le salió más baja de lo que pretendía.—Yo… estaba mirando lo que haces.Sofía ladeó la cabeza, arqueando una ceja.—Claro. —respondió, casi en un susurro, inclinándose hacia la pantalla —Lo que hago… no cómo me veo al hacerlo. —Renzo apretó la mandíbula, desviando la vista hacia los archivos abiertos como si de repente fueran lo más importante del mundo. Pero el calor en su pecho lo delataba, y ella lo sabía,

Capítulo 120 —La pu*ta JefaNarrador:Ambos quedaron jadeando, exhaustos, temblando todavía por las sacudidas del clímax. Sofía se dejó caer sobre su pecho, la frente pegada a la curva de su cuello, y Renzo le pasó una mano por la espalda, todavía agitada, abrazándola como si necesitara asegurarse de que era real. Se quedaron así unos minutos, hundidos en un silencio que no pedía palabras. Sus cuerpos desnudos aún entrelazados, la respiración buscándose, el calor compartido. Renzo cerró los ojos un instante, dejó escapar un suspiro áspero. Sofía levantó apenas la cabeza, lo miró a los ojos con lágrimas mezcladas con sudor, y se volvió a apoyar en su pecho, aceptando el momento tal como era: crudo, imperfecto, pero suyo. Y así, rendidos y abrazados, se quedaron tendidos sobre la cama, sabiendo los dos que aquello no era una reconciliación, pero tampoco podían alejarse. Sofía seguía apoyada en su pecho, sintiendo todavía los latidos desbocados de Renzo golpearle contra la mejilla. El si