Capítulo 121 —Remodelé el apartamentoNarrador:Renzo se pasó una mano por el rostro, como buscando el coraje para soltarlo.—Tengo que hablarte del apartamento donde vivías antes…Sofía levantó apenas la cabeza de su pecho, arqueando una ceja.—Ya te dije que es de Mateo, mi hermano. Al igual que la camisa que te presté y que tantos celos te dio.Renzo soltó una risa nasal.—Celos no… bueno, tal vez un poco. Pero me alegro que me lo hayas aclarado, aunque si yo hubera hecho algo así, hasta en mi funeral me estarías reprochando que te di ropa de otra mujer. —Hizo una pausa, y la sonrisa se le ensanchó con cierta picardía —Pero no es eso de lo que te quiero hablar.—¿Ah, no? —preguntó Sofía, intrigada.—No, ¿has ido utimamente?—Fijate que no, que no he ido.Él giró la cabeza hacia ella, con un brillo peligroso en los ojos.—Pues fui allí antes de ir a verte, buscando respuestas. Y como no las encontré… digamos que remodelé el apartamento.Sofía se irguió un poco más, extrañada.—¿Remod

Capitulo 123 —ColazioneNarrador:Renzo despertó antes que ella. Abrió los ojos despacio y lo primero que vio fue el rostro de Sofía, dormida, pegada a su pecho. Se quedó inmóvil, mirándola. Había compartido noches con ella antes, pero jamás la había visto dormir así: tranquila, con una paz en la expresión que le parecía un lujo robado al caos que siempre los rodeaba. Una hebra de su cabello caía sobre la frente. Con cuidado, la apartó, rozándole apenas la piel. Sofía se quejó en un murmullo adormilado, frunciendo un poco el ceño, pero no despertó. Renzo sonrió. Se levantó en silencio y fue hasta la cocina. No había mucho que preparar allí, pero improvisó un desayuno al estilo de su tierra. Puso a calentar café fuerte, como el espresso que tanto extrañaba, y sacó un pan fresco que encontró, lo tostó y lo acompañó con un poco de mantequilla y mermelada de frutas rojas. Añadió unas rodajas de queso semicurado y unas lonjas finas de jamón crudo, lo más cercano a un prosciutto italiano que

Capítulo 125 —¡El enemigo no! Narrador:Eros la miraba serio, con los brazos cruzados, sin intención de suavizar lo que iba a decir.—Sofía, yo sé muy bien lo que es estar enamorado. Sé lo que es tener a tu padre en contra de ese amor. Pero entiende algo: mi situación con Sasha era muy distinta a la tuya. El Diablo no quería que yo estuviera con ella porque no quería a Sasha dentro de este mundo. Lo suyo era protegerla. En tu caso… —hizo una pausa, midiendo cada palabra —tú te enamoraste del enemigo.Los ojos de Sofía chispearon de rabia. Se incorporó de golpe, la voz cargada de fuego.—¡El enemigo no! —lo cortó sin dudar —En todo caso, el rival. Renzo nunca nos ha hecho nada. Al contrario. Cuando tuvo la oportunidad de matarme, lo único que hizo fue salvarme. Después les entregó a Azucena Suárez, y más tarde eliminó a Mauricio Suárez. ¿Eso hace el enemigo? Nunca se ha metido en los negocios de nuestra familia. Jamás.Eros entrecerró los ojos, acercándose un poco, su voz baja pero cor

Capítulo 127 —¿Lo pasas bien, Jefa? Narrador:La cena había seguido, entre comentarios más relajados, pero la tensión se sentía en el aire como una cuerda demasiado tirante. Renzo estaba sentado con Franco y Lorena, conversando sobre detalles del viaje de ella y de algunos negocios pendientes. Fingía estar metido en la charla, hasta sonreía cada tanto, pero en realidad apenas registraba lo que Franco decía. Sus ojos, oscuros y atentos, estaban fijos en el otro extremo de la mesa. Allí, Sofía y Luigi habían terminado inclinados uno hacia el otro, hablando en voz baja, compartiendo alguna anécdota que los hacía reír de forma natural. La risa de Sofía lo atravesaba como un cuchillo. Luigi, con esa confianza que siempre exhibía, se inclinó un poco más. Con un gesto casi automático, dejó que su mano se levantara y le apartó a Sofía un mechón rebelde, acomodándoselo detrás de la oreja. El roce fue suave, íntimo, demasiado íntimo para los ojos de Renzo. Sofía arqueó una ceja y, antes de que

Capítulo 129 —Academia de manejoNarrador:El motor rugía mientras Sofía apretaba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le dejaron de recibir sangre. Las palabras de Renzo todavía le ardían en la cabeza como brasas. De pronto, sin pensarlo, dio un volantazo, frenó a un costado del camino y salió del coche dando un portazo que retumbó en la noche.—¡Hi*jo de puta! —gritó, pateando con fuerza el asfalto como si pudiera romperlo —¡Italiano de mier*da, que te crees el rey del mundo!El eco de su voz se perdió en la carretera solitaria. Sofía caminaba de un lado a otro, los puños cerrados, la respiración agitada. Volvió a golpear el suelo con el tacón, maldiciendo en voz alta, despotricando contra él como una condenada. No había lágrimas, solo pura rabia.—¡Siempre igual, Renzo! ¡Siempre con tus pu*tas dudas, con tu mal*dito orgullo! —gritó, tirándose el pelo hacia atrás con brusquedad —¡Te odio, Santini! ¡Te odio!El teléfono vibró en su bolsillo. Sofía lo miró con los ojos inyec