La faena romántica en la cama con Waldo fue con mucha furia y vehemencia como yo lo había previsto desde un comienzo. Es lo que quería, además, estar desenfrenada y enloquecida en los brazos de mi amante, estallando en toda mi feminidad, igual a un volcán en plena erupción. Salvar a esas personas del incendio, arriesgando mi vida, exponiéndome frente a los otros colegas, los bomberos y a los policías, me hizo más febril y afanosa que nunca, desatando mi máxima sensualidad. Los dos, en realidad estábamos incendiados en la pasión. Degustamos de nuestras carnes desnudas, enredados en la emoción del momento, ardiendo en nuestras llamas, completamente enardecidos, fuera de control, desquiciados entre besos, caricias, mordidas, lamidas y toda suerte de arañazos sin fin. Fue delirante, además. Waldo se transformó en licántropo, con sus enormes colmillos, las garras muy afiladas, el pelaje intenso y la espalda inflada igual a la de un mastodonte y se convirtió luego en un huracán, arras
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