—Estabas gimiendo mi nombre... Seguro que no te gustó, florecita —se burló él, lo que me enfureció y, resoplando, quise levantarme, pero Yegor no me dejó escapar de sus brazos. Me volvió a tumbar de espaldas y me cubrió con su cuerpo.—¡Yegor! ¡Esto no tiene gracia! ¡He llegado tarde a la entrevista por tu culpa! Y, en general... ¡quítate de encima!- ¡Aún es muy temprano para ir al trabajo! ¡Mejor bésame!- ¡No te volveré a besar! Y, en general... ¡suéltame! —resoplé y crucé los brazos sobre el pecho, Yegor se apartó y volvió a sonreír.—Está bien, te soltaré. Pero tú debes besarme ahora, con toda la pasión de la que seas capaz. Incluso puedes tocarme —sonrió—. Te prometo que no volveré a molestarte.
Leer más