C41-ME GUSTASTE DESDE QUE TE VÍ.
C41-ME GUSTASTE DESDE QUE TE VÍ.
Los dos sirvientes dejaron a Elizabeth en la cama con brusquedad y la puerta se cerró, seguida por el sonido metálico de la cerradura.
Ella se quedó quieta, conteniendo la respiración, mientras un sudor frío le recorrió la espalda y sabía que tenía que salir de ahí.
Se impulsó de la cama, pero sus piernas flaquearon y una oleada de calor le subió desde el estómago, húmeda y pesada. Negó con la cabeza, intentando despejar la niebla que empezaba a nublar sus pensamientos. Se tambaleó hacia la puerta y giró el picaporte con fuerza.
Pero no cedió y su frustración la llevó a golpear la madera con ambas manos.
—No —susurró.
Luego pensó en la ventana y corrió hacia ella, pero sus dedos resbalaron sobre el pesado vidrio emplomado. No tenía bisagras. Era una sola pieza sellada en la piedra, un bloque transparente e impenetrable. Golpeó el cristal con la palma de la mano, pero solo consiguió un dolor sordo que le recorrió el brazo. Y allí vino otro calor, más in