Por otra parte, estaba Víctor en la bodega; llevaba su camisa blanca con tres botones desabrochados, las mangas arremangadas más arriba de los codos. Con un bate entre sus manos, viendo a tres tipos enterrados en el suelo con sus cabezas fuera de la tierra.—¡Déjenos ir, ya le dijimos que no sabemos con quién trabajaban!—Denme una razón para creerles… —dice al apoyar su peso en el bate.Los tres se miran entre sí, piensan en qué responder, pero el silencio solo fastidia a Víctor y con fuerza golpea a uno de los tipos. El bate ha tenido un fuerte impacto, dejándolo inconsciente al segundo. Los otros dos gritan horrorizados cuando Víctor continúa golpeando reiteradas veces, salpicando a todos de sangre, hasta a él mismo.—¡Hablen de una vez!—Señor, ellos iban mucho a esa casa que usted dice, pero jamás le vimos la cara a Martín… —Entre los nervios, uno de ellos habla de más, obteniendo una mirada gélida de Víctor.—Jamás mencioné ese nombre… —dice Víctor poniéndose de cuclillas en fre
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