Capítulo 26. Sucio secreto.
—¿Para mí? —preguntó Salomé, un tanto confusa.—Si usted se llama Salomé Fierro, sí, es para usted —respondió el sujeto de polo oscura, extendiéndole la caja.Ella revisó la etiqueta, asegurándose de que el nombre coincidiera, y lo tomó. Despidió al mensajero, que en el pasillo se cruzó con su hermana. Movida por la curiosidad, Théa la siguió hasta la sala.—¿Qué es eso?Salomé retiró la tapa de la caja blanca y encontró dentro un estuche elegante, el cual abrió con cuidado. El brillo de una gargantilla la dejó sin palabras, pues era impresionante ver tres hileras de diamantes, cada piedra perfectamente tallada, un destello frío que parecía mirarlas de vuelta y una imagen que dejaba claro lo costoso de la pieza.—¿Julián? —preguntó, pero Salomé negó de inmediato.—Esto sobrepasa su presupuesto mensual —dijo, con una media sonrisa sarcástica. Pasó los dedos por las gemas, reconociendo su peso y frialdad—. No tiene remitente… nada.Théa lo examinó con más atención. Sabía lo suficiente c
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