~Lira~Por todas partes, entre mis piernas, por mi pecho, por mi columna. No me arreglé la bata, la dejé colgando para que mostrara todo. Caminé descalza hacia la puerta, con el cuerpo aún dolorido, el coño aún goteando, y no me importó. Porque en algún lugar de esta casa, había whisky. Y en algún lugar más profundo en la oscuridad, tal vez… solo tal vez… él estaba despierto.Salí al pasillo, y el silencio me envolvió por completo. Sentí como si las paredes contuvieran la respiración. El suelo estaba frío bajo mis pies, pero mi piel estaba demasiado caliente como para preocuparme. Cada paso que daba hacía que la seda de mi bata se deslizara contra mis muslos, rozando mis pliegues sensibles. Mi flujo lo empeoraba, por la forma en que se adhería, húmedo y pegajoso, me hacía apretarme con cada roce del aire.Me moví como un fantasma escaleras abajo, pasé las ventanas largas y los viejos retratos familiares que me miraban como si supieran exactamente a dónde iba, cómo me veía y lo que quer

~Lira~Ella se agachó, a la altura de mis ojos, su aliento fue caliente en mi piel.—Ni se te ocurra decirle a nadie lo que viste —siseó—. Especialmente no sobre el guardia y yo. Si siquiera respiras una palabra, Lira —dijo, su voz era tan afilada como el cristal—, le diré a todo el mundo cómo te veías cuando te atrapé, la forma en que tus muslos temblaban, el desorden entre tus piernas y la jodida mirada en tus ojos, como si estuvieras rogando que te follaran a ti después.Mis mejillas ardían tan fuerte que podrían haberse ampollado, pero ella no se equivocaba, porque yo había estado rogando, silenciosa y descaradamente, por algo más oscuro, algo más cruel.No respondí, solo asentí. Porque si abría la boca, tenía miedo de decir su nombre.Ella se puso de pie, con su toalla pegada a su piel, su boca curvada en la misma sonrisa engreída y conocedora.—Buenas noches. —Murmuró mientras se alejaba, el beta la siguió como una bestia que acababa de marcar su territorio.¿Y yo? Me quedé allí

~Lira~No me moví, tampoco pude hablar, solo tenía la garganta seca y la boca abierta.Porque había pensado que lo haría, porque mi coño estaba mojado y lo suplicaba, porque había bajado aquí no solo por la bebida, sino por esto, por él, por algo… lo que fuera.Y él lo sabía.Lo sabía, joder.—No voy a hacerlo —dijo, acercándose, no para tocarme, solo para asegurarse de que lo sintiera—. No te voy a tocar, Lira.El sonido de mi nombre en su lengua me provocó un escalofrío violento por la espalda. Lo dijo como si no me perteneciera, como si ya fuera suya.—Tienes todas esas sucias fantasías en tu cabeza —murmuró, su voz se deslizó sobre mi piel como fuego—, y necesitas deshacerte de ellas. Ahora.Cerré los ojos con fuerza.No, no, no puedo.Porque las fantasías eran todo lo que tenía. Me mantenían despierta por la noche, me hacían temblar bajo las sábanas, hacían que mis dedos se movieran entre mis muslos hasta que me mordía la mano para mantenerme en silencio.—Eres una niña pequeña, s

~Damián~Su rostro, esa boca temblorosa, esa bata que se le escurría del hombro como la tentación misma, y la forma en que su cuerpo se movía cuando hablaba, la forma en que sus muslos permanecían abiertos, resbaladizos por la necesidad, como si hubiera nacido para ser follada por mí.No, no, joder.Se trataba de Lira, era una puta bebé.Era la chica que solía colarse en mi estudio para robar dulces, la que me dibujaba y me llamaba su "protector", la que me miraba como si yo fuera su lugar seguro.¿Y ahora?Ahora me mira como si yo fuera el demonio ante el que quiere arrodillarse.¿Y lo peor?Es que quiero que lo haga.Quiero tomarla por la garganta y decirle que está bien si la arruino, que está bien si sangra, si llora y grita "Papi" con mi polla tan metida que olvide lo que se siente respirar.Quiero marcarla, quiero anudarla, quiero follármela hasta que sea mía en cada sentido de la palabra.Me dejé caer en la silla y me cubrí la cara con las manos, tenía el pecho agitado.—Esto es

~Damián~Lira parpadeó, sus labios se entreabrieron y su mano apretó la taza.Ella no lo había sabido, no iba a una fiesta.Natasha la había tomado por sorpresa y pude sentir la tensión goteando por los muslos de Lira como el rastro húmedo que vi antes.Dirigí mi mirada a mi hija. —No.—Papi…—No.—Por favor —gimió ella, acercándose—. Anda, es solo una fogata en tierras de la manada. Estaremos rodeadas de gente que conoces, así que nada malo va a pasar. Solo queremos divertirnos un poco.—No.—Confías en mí, ¿verdad?Di un paso adelante, dominándola ahora. —Nada de sexo, drogas o tríos, joder, Natasha. Lo digo en serio.Ella sonrió con suficiencia. —No puedo prometer eso, papá.Mi mandíbula se tensó, giré la cabeza y, joder.Lira tenía esos pezones endurecidos.Su respiración se entrecortó en el momento en que la miré, sus muslos se apretaron, sus labios temblaban como si quisiera hablar, pero sabía que era mejor no hacerlo. Esa camisa apenas le colgaba de los hombros ahora, tenía el c