Capítulo 17. Él la desea ardientemente.
~Damián~
Cerré la puerta de un golpe y me quedé allí como un maldito animal, respirando con dificultad y los puños apretados. Todavía tenía la polla lo suficientemente dura como para cortar piedra.
Ella ni siquiera sabía lo que me hacía.
Ese puto gemido… Diosa, ese sonido… se me había metido bajo la piel como una droga y ahora estaba drogado con ella, ebrio con el aroma de su humedad, su sudor, y la maldita desesperación que llevaba como perfume.
Cuando ni siquiera la había tocado.
Debería haberlo hecho, quería hacerlo con cada parte de mí, joder, me dolía por ello.
Todavía podía verla frente a mí, aferrándose al mostrador como si fuera lo único que la mantenía en una pieza. Esa bata de seda suelta pegada al sudor entre sus tetas, la parte de atrás apenas cubrían su trasero, mostrando sus muslos temblando y su coño goteando. Estaba empapada, arruinada, lista, pero me alejé como un maldito santo, deberían crucificarme por ello.
Caminé a grandes zancadas por la habitación y agarré la cóm