~Damián~Ella se quedó inmóvil a mitad de un paso, a mitad de una respiración.Su columna vertebral se puso rígida como si el latigazo de mi voz la hubiera inmovilizado. Un pie descalzo flotaba sobre la grava, sus nudillos apretaron el dobladillo de la camisa y esa maraña salvaje de cabello mojado se movió con la brisa, los mechones se aferraban a su cuello como un collar.El dobladillo de esa camisa… mi puta camisa… aleteó lo suficiente como para exponer el inicio de su trasero y la hendidura desnuda entre sus muslos.Se giró lentamente, demasiado lento.Como si supiera que la estaba observando, como si cada centímetro de ese giro fuera para mí, como si la mismísima Diosa Luna lo hubiera coreografiado para matarme.Sus ojos bien abiertos se clavaron en los míos… brillantes, pecaminosos, fingiendo inocencia como una pequeña puta mentirosa.Ahora respiraba por la boca, como si no pudiera tomar suficiente aire, como si sus pulmones se ahogaran en calor. Pero fue su pecho lo que la traici

~Damián~Apenas llegué al auto.Mi mano temblaba cuando agarré la manija, no por miedo, no por adrenalina, sino por el tipo de furia que solo la lujuria puede causar, esa clase de dolor que se acumula profundo en los testículos y sube por la columna como un maldito fuego que no puedes apagar. Abrí la puerta de un tirón y me dejé caer en el asiento con un gruñido en la garganta y un pulso martilleando entre mis piernas tan fuerte que mi visión se volvió borrosa.La puerta se cerró detrás de mí, el aire estaba denso. Todavía podía olerla en mí, ese aroma dulce, resbaladizo y adictivo. Su calor estaba grabado en mi piel, el sonido de su voz aún resonaba en mi cabeza."Señor".Joder.Agarré el volante con ambas manos, mis nudillos se pusieron blancos y mi mandíbula se apretó tanto que sentí que mis dientes se romperían. Se suponía que iba de camino a una reunión del consejo, se suponía que debía estar tranquilo, concentrado. Era el Alfa de esta manada, siempre en control.Pero yo no era na

~Damián~Estaban hablando antes de que yo entrara. Sus voces no resonaban lejos, pero no necesitaba volumen para saborear la traición.Permanecí de pie fuera de la puerta de la cámara durante cinco segundos completos, podría haber entrado, podría haber derribado las puertas de sus bisagras y exigido silencio. Pero quería escucharlos, quería saber hasta dónde habían caído mientras yo estaba limpiando su desastre.Otra patrulla perdida, otra brecha. Un niño fue encontrado muerto con el estómago vacío y los ojos desaparecidos. Y en medio de todo, mi nombre en sus lenguas como veneno.La voz de Bruno llegó, aguda y amarga, masticando el aire entre ellos. —No ha hecho nada. Nos estamos muriendo, y nuestro Alfa es jodidamente invisible.Rubén respondió, su voz fue más baja pero no menos acusatoria. —Perdimos tres más anoche. Los renegados no solo los mataron, sino que los colgaron y los dejaron retorciéndose. Eso no fue un ataque, eso fue un mensaje.Entonces Marín, ese bastardo engreído, si

~Lira~Ya no podía más.Natasha seguía hablando, sonriendo como una chica que no tenía la menor idea de lo que se sentía estar arruinada sin siquiera ser tocada. Estaba recostada sobre la encimera de la cocina, con un crop top de seda, mascando un popote rosa mientras echaba Baileys a su café helado como si fueran las diez de la noche en lugar de las diez de la mañana.—Esta fiesta va a ser una locura —dijo, haciendo girar su popote—. En serio, no exagero… viene el DJ de Keila. El de Keila. ¿Y el camarero? Amiga, hace bebidas que brillan, con neón de verdad. La última vez me desmayé después de tres sorbos y tuvieron que cargarme como a un cadáver.No dije ni una palabra, pero ella no lo notó.Estaba demasiado ocupada emocionándose. Caminaba de un lado a otro, abriendo cajones y oliendo hierbas como si buscara algo más fuerte.—Ah… ¿y la hierba? Importada. Es una cepa híbrida que ni siquiera es legal, Jamal la consiguió de alguna proveedora ninfómana rara. Aparentemente, hace que tu coñ

~Lira~No podía dejar de mirar.Su polla estaba en su mano, gruesa, palpitante, goteando como si ya estuviera dentro de mí, como si perteneciera allí, como si mi boca fuera el único lugar al que estaba dispuesta a ir.Mi coño se contrajo solo de verla.Diosa.La longitud de eso, la forma en que colgaba de su puño, pesada, venosa e implacable, con la cabeza hinchada y morada, tan ancha que parecía que me partiría los labios por la mitad antes de llegar a mi garganta. No había manera de que eso cupiera, no había manera de que se deslizara.Pero lo quería.Quería que él lo forzara, que me desgarrara, que me estirara, que me abriera como un sacrificio virgen.Mi lengua se presionó contra el paladar, mi pecho se agitaba, estaba empapando el suelo, cada centímetro de mí dolía como si estuviera en celo y él fuera la única cura.Dio un paso adelante y sosteniendo la base, la golpeó contra mi mejilla.Gemí.Gemí, joder.—Mírate. —Dijo.Su voz era más baja que antes, más áspera, como grava sobre