Narrado por Fátima: El día amanece sin gloria alguna, quería que el día de ayer se acabara por completo, pero a la vez... No hay sol que me acaricie la piel ni brisa que me despierte hoy tampoco. Solo esta náusea persistente que me tiene abrazada a la taza del baño desde que abrí los ojos. Me siento como si mi cuerpo estuviera en guerra consigo mismo. Algo que comí, seguramente. Tal vez el arroz recalentado del domingo, o esa empanada que compré en la esquina ayer sin pensarlo demasiado. No importa. El resultado es el mismo: estoy hecha un desastre. ¿Y cómo más podrías estar si te entregas en cuerpo y alma a la persona que amas, y esa se casa al otro día con tu hermana? Mariano no me envió ni un solo mensaje. Mariano no me envió una carta. Por eso tambien estoy deshecha. Y mi salud ha decidido hacerse un lío, es como si mi cuerpo entero estuviera en una huelga. No es suficiente con tener el corazón roto, también estoy hecha trizas. No puedo ir a trabajar así. No puedo ni sostener

Narrado por Zayd: Tengo tantas cosas atoradas en la garganta que honestamente ni siquiera estoy seguro de cómo debería empezar. De qué es lo que sí es correcto. Observo a Fatima y siento un pinchazo en mi estómago. Fatima me abraza. No dice nada. Solo me rodea con sus brazos, como si pudiera protegerme de mí mismo. Y yo me quedo quieto, sin saber qué hacer con este gesto que me desarma. Su silencio no me juzga, pero tampoco me absuelve. Me deja suspendido en una especie de tregua, una pausa entre todo lo que no he dicho y lo que debería decir. Fatima sin querer, me demuestra que ella está al tanto de que hay cosas que tengo que decir y que no debo ocultar, por su bien, y por mi bien. La noche nos envuelve. Afuera, el viento mueve las ramas del limonero que está afuera de esta casa que posiblemente le costó un ojo de la cara a Mariano Hans, y el crujido de la madera parece marcar el ritmo de mi absurda culpa. Fatima se aparta lentamente, me mira con esos ojos que siempre parecen ver

Narrado por Mariano Hans: Jamás había experimentado la sensación de ahogo cuando no estás atado. Ni tapado. Solo ahogado, sin más palabras coherentes para explicarlo. El auto avanza por la carretera costera con una lentitud que me desespera. El sol brilla con una intensidad que parece burlarse de mí. Todo es perfecto, todo es hermoso, todo está diseñado para que esta luna de miel parezca un sueño. Pero para mí, es una pesadilla con fecha de inicio y sin garantía de final. No sabía que iríamos a una luna de miel. Omar Hneidi piensa que va a poder conmigo amenazando en base a secuestros de mi madre, así como se pudo sacar a mi hermana del país, también lo haremos pronto con mi madre, y si es posible, también mi padre. Kiara está sentada a mi lado, con un vestido blanco de lino que seguramente eligió para parecer inocente, angelical ante mí. Desde ayer, no ha dejado de mirarme de todos los modos posibles, reclamando mi atención. Su cabello cae en ondas suaves sobre sus hombros, y su p

Narrado por Amet Faddoul: La cabeza me sigue dando vueltas. Estoy sentado en esta oficina de mierda desde hace más de una hora, escuchando a Hans, el viejo Mario Hans, hablar como si fuera el dueño del mundo. El tipo se cree importante. Se cree influyente. Pero no es más que un intermediario con traje caro y voz temblorosa. Me prometieron que él era clave en la Corporation Hneidi, que tenía acceso directo a los activos, a los movimientos, a los secretos. Pero lo único que tiene es una carpeta llena de papeles inútiles y una sonrisa que me da ganas de romperle la mandíbula. Y además, es el padre del idiota de Mariano Hans. No vine hasta aquí para perder el tiempo con mediocres.Hans sigue hablando. Yo lo miro sin escucharlo. Pienso en Kiara. En que su hijo debe de estarla cogiendo ahora mismo. Esto no debería de ser relevante para mí... Pero mentiría si dijera que me he podido sacar su rostro de mi cabeza, la verdad es que desde que la vi en la sala de su casa, un día antes de su

Narrado por Amet Faddoul: Una semana en Estados Unidos. No es mucho, pero suficiente para entender cómo se mueven las corrientes bajo la superficie, no pertenezco a este lugar. Pero puedo acostumbrarme, al menos mientras sea conveniente para mí. Hasta ahora, parece serlo. Omar Hneidi me ha recibido como si fuera un salvador, aunque sabe perfectamente que no vine a salvar a nadie. Vine a invertir, a lavar, a multiplicar. Y él, con sus empresas bien posicionadas y sus contactos políticos, me cae como anillo al dedo. Desde que mi tío Samir me contó sobre el éxito de Omar Hneidi en USA, supe que lo que me acercaría a mis metas, era venir aquí, convertirlo en mi inspiración. Aunque algunas cosas de él, me parezcan jodidamente retorcidas. Me ha ofrecido a su hija Fatima en matrimonio. Lo dice con naturalidad, como si fuera parte del trato. Una forma de sellar la alianza. Pero Fatima no está aquí. Nadie sabe dónde está. O eso dicen. Lo que sí sé es que huyó después de un accidente. Un ac